PARTE I — Texto para estudio...

El misterio de los dos árboles

Por Jim Rector

Desde tiempos muy remotos el Adversario plantó la semilla de destrucción en la mente del hombre, al declarar: “...No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4-5). Desde aquella auspiciosa oportunidad que el Bendito Creador le brindó al hombre al ponerlo en el huerto de Edén, la actividad humana en la tierra ha sido influenciada y guiada por la satánica mentira de que la vía para llegar a ser como Dios se encuentra en la “senda del conocimiento”, es decir, en la adquisición de conocimiento – el conocimiento esotérico de los antiguos, que la literatura llama “los misterios”. De generación en generación, cada civilización ha sido conformada con este vetusto sofisma implantado evos atrás en la santidad del Edén. Nada ha cambiado desde ese tiempo primordial hasta el presente, ¡excepto que el mundo se ha envuelto más y más en constante falsedad, en mayor obcecación, y en violenta destructividad! Entérese de los instructivos detalles guardados en el simbolismo de los dos árboles que Jehová Dios plantó en el huerto del Edén. En esta serie en dos partes, titulada “EL MISTERIO DE LOS DOS ÁRBOLES”, usted podrá descubrir y entender ¡cómo aplicar en nuestras vidas las lecciones de los simbólicos dos árboles en el Edénico Jardín!

 

INTRODUCCIÓN

De acuerdo con la Biblia, después que Dios creó al hombre, su próximo paso fue encontrar un hogar apropiado para él. Por lo tanto, se nos dice:

“Y Jehová Dios plantó un huerto en el Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el ÁRBOL DE LA VIDA en medio del huerto, y el ÁRBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL.” (Génesis 2:8-9, Versión Reina-Varela exclusivamente, otras versiones según se indican)

Aunque en las Escrituras no se nos ofrecen detalles elaborados, podemos conjeturar que el huerto en el Edén debe haber sido un lugar de extraordinaria belleza, y de una abundancia indescriptible – mucho más allá de nuestra imaginación. Sin duda, Adán, el primer ser humano, no padeció de ninguna necesidad física; incluso una esposa perfecta le fue creada y entregada.

Lo que el Eterno Creador requería del hombre era muy poco y bien simple. Él fue puesto en el huerto “para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15); y se le dijo que se relacionara con toda la creación física a su alrededor, comenzando con los animales que habían sido previamente creados (vs. 19-20).

Y muy importante: “Y LOS BENDIJO DIOS, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28).

¿Qué le parecería esto a un ser humano recién creado rodeado de perfección absoluta, y con la oportunidad para disfrutarla? Había, sin embargo, algo adicional sobre lo que el Creador insistía.

Podría parecer una simpleza, en efecto un punto por demás insignificante. Y sin duda, para muchas personas hoy en día esto hubiese parecido casi trivial. Leemos sobre ello en Génesis 2:16-17:

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del ÁRBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”

Es difícil saber si Adán consideró esta petición algo inusual o extraña, o si él nunca se preguntó por qué razón Jehová Dios habría hecho tal prohibición. Después de todo, ¿qué había de malo con este árbol en particular? Y si él no podía comer del mismo, ¿por qué estaba en el huerto en primer lugar? Estoy seguro de que una mente inquisidora podría hacer infinidad de otras preguntas. Es de suponer que la penalidad de muerte le proveyó a Adán una muy buena razón para evitarlo como a una plaga. Aunque para él la muerte era algo totalmente desconocido, por lo menos debió causarle alguna curiosidad, y motivarlo a pedirle al Creador que le enseñara lo que ello significaba.

Presumiblemente, Adán le explicó a su esposa, Eva, sobre el tal llamado árbol de la ciencia del bien y del mal, puesto que no tenemos constancia de que Jehová hablara con ella sobre este asunto. Quizás, el mismo nombre del árbol era un poco desalentador para Eva, porque, como notamos más adelante en el relato de Génesis, ella se refiere a este árbol como “ese árbol que está en medio del huerto.” El asunto sobre esto es que en realidad había dos árboles en medio del huerto, siendo el otro el árbol de la vida. No hay duda, sin embargo, de que ambos, Adán y Eva, sabían casi instintivamente a cuál de los árboles se hacía tal referencia – el árbol prohibido, del cual ellos no debían comer, y que estaba en medio del huerto.

No se nos indica cuánto tiempo Adán y Eva pasaron en el huerto del Edén antes de que la mujer fuera abordada en determinado momento por una fascinante criatura identificada como “serpiente.” Cuando escuchamos o vemos este término, inmediatamente evocamos ese familiar, y para algunos pavoroso y repulsivo, reptil que llamamos culebra. ¡El ser que Eva enfrentó en esta ocasión no era una simple víbora escurridiza de algún tipo; más bien era un ser ostentoso, parándose erguido quizás unos 3 o 4 metros de estatura, y completamente capaz de comunicarse con un ser humano, y haciéndolo de la manera más sutil y seductora imaginable!

La tradición judía acredita a los primeros seres humanos con siete placenteros años en el huerto, en condiciones paradisíacas, una interesante, sin embargo, esencialmente improbable noción. Quizás la duración de su estadía es insignificante, pero estamos forzados a asumir que el encuentro con la serpiente no ocurrió inmediatamente que ellos fueron creados. Seguramente Adán y Eva pasaron algún tiempo bien agradable en este ambiente prístino, de belleza sin igual, además de disfrutar de la oportunidad tan propicia de conversar y mantener una relación bien íntima con Jehová Dios, su Creador – sin duda una excelente oportunidad para aprender a cómo discernir la mejor opción respecto a la única instrucción prohibitoria que se nos dice recibieron.

La Biblia ofrece muy pocos detalles respecto a este periodo inicial de la creación del hombre. Sin embargo, es de nuestra incumbencia el no permitir que por la brevedad de los detalles nos engañemos asumiendo que en efecto hay muy poca información realmente pertinente contenida en este breve relato de Génesis 1. La realidad es que los capítulos segundo, tercero y cuarto de Génesis abundan en información altamente signicativa, muy en especial un número de elementos simbólicos que requieren un estudio profundo para obtener un entendimiento correcto de lo que se está transmitiendo.

En este estudio haremos una exposición lo más clara posible de estos primeros capítulos de la Biblia con respecto al huerto del Edén, y subsiguientemente discutiremos su ubicación y su diseño revelador, es decir, cómo la ubicación del huerto del Edén se relaciona con el patrón divino de las cosas que discurren a través de las Escrituras, y finalmente ahondaremos en el significado espiritual y la importancia de los dos árboles en medio del huerto.


DÓNDE ESTABA EL HUERTO DEL EDÉN


Determinar la localización geográfica específica del Edén ha sido siempre problemático. Conjeturas abundan, la especulación es rampante, se hacen presunciones sin tomar en cuenta toda la evidencia que tenemos disponible. Y básicamente a muy pocas personas les interesa de todas maneras. No obstante, descubrir la localización genuina no solamente debe ser interesante en sí, sino que debe ser en gran manera significativo con respecto a otros aspectos, ambos, de las Escrituras y del revelador plan de Jehová Dios. Por lo tanto, vamos a ocuparnos un poco en la investigación y ver qué hechos podemos encontrar que nos puedan esclarecer el lugar donde el Eterno decidió comenzar Su obra con el hombre.

Mientras es cierto que la Biblia no es explícita respecto a la localización exacta del Edén, sí nos ofrece datos realmente reveladores. Notemos una vez más la primera mención en las Escrituras de esta área especial, tal como leemos en el segundo capítulo de Génesis:

“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. Y Jehová Dios plantó UN HUERTO EN EDÉN, AL ORIENTE; y puso allí al hombre que había formado” (Génesis 2:7-8).

Como muchos estudiosos de la Biblia saben, es un hecho sorprendente que las direcciones en las Escrituras casi siempre son establecidas en términos de Jerusalén y muchas veces de toda Israel. Aunque se asume por muchas personas que el huerto estaba ubicado en algún lugar en el extremo sur, o sea, en la baja Mesopotamia, la evidencia está lejos de ser contundente. Tal controversia está basada casi en su totalidad en dos factores: uno es bíblico, y tiene que ver con la mención en el capítulo 2 de Génesis de cuatro ríos, uno de los cuales es bastante familiar – el Eufrates; otro, el Hidekel, que se cree es el río Tigris. Como estos dos ríos se encuentran en lo que hoy es la nación de Irak, se presume que el Edén debe haber estado en algún lugar en esa parte del mundo.

¿Qué hay erróneo en esta conclusión? Primero que nada, lo que la Biblia realmente establece es un tanto distinto de lo que se ha asumido. Note en Génesis 2:10:

“Y salía de Edén UN RÍO para regar el huerto, y DE ALLÍ se repartía en CUATRO BRAZOS.”

Si lee este pasaje cuidadosamente podrá ver que en realidad no dice que había cuatro ríos en el Edén. Dice claramente que tan sólo había un río, y no se le da nombre. Y que ese río se dividía en cuatro cuerpos fluviales, cada uno teniendo un nombre – el Pisón, el Gihón, el Hidekel y el Eufrates. Los primeros dos no son identificables ya que en ningún registro histórico se hace mención de algún río principal con esos nombres. El Eufrates, por supuesto, es un río muy conocido, que actualmente fluye a través de la nación de Irak. La antigua Babilonia, bien sabemos, fue edificada sobre el Eufrates.

El Hidekel, por otro lado, se cree por muchos estudiosos que es el río Tigris, otro famoso cuerpo de agua, el cual está al oriente (este) del Eufrates. La históricamente conocida capital de Asiria, la ciudad de Nínive, estaba junto al río Tigris, y ambos, el Tigris y el Eufrates, se unen en el sur de Irak y desembocan en el Golfo Pérsico.

De la somera descripción dada en Génesis 2, muchos estudiosos presumen que los dos ríos restantes, el Pisón y el Gihón, posiblemente corresponden al río Indus y al río Nilo respectivamente. He aquí lo que en realidad dicen las Escrituras sobre el Pisón y el Gihón:

“El nombre del uno era Pisón; este es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice. El nombre del segundo río es Gihón; este es el que rodea toda la tierra de Cus” (Génesis 2:11-13).

La traducción hebrea para la palabra Etiopía es Kuwsh o Cush. Los registros antiguos confirman que Cush, uno de los hijos de Cam, aparentemente se estableció en la parte oriental de África, y dio su nombre a esta área, la cual es llamada Etiopía. Existe también evidencia razonablemente convincente de que el nombre de Cush o Kush antiguamente se asociaba con la región de Pakistán/India. El nombre en sí aparece también frecuentemente en Afganistán.

La tierra de Havila usualmente se considera haber estado en algún lugar en la península de Arabia, y se conocía antiguamente por ambos su oro y su bedelio. Hay otras referencias en la Biblia a esta área, o por lo menos una conocida más tarde por ese nombre. Debemos, sin embargo, recordar que ha habido un sinnúmero de eventos catastróficos capaces de cambiar significativamente la topografía entera de esa región del mundo que conocemos como el Medio Oriente. Sabemos, por supuesto, que hubo una inundación de magnitud incalculable, la cual ocurrió por lo menos 1650 años después de la creación de Adán y Eva. Si es correcto que el río Nilo y el río Indus realmente se referían al Pisón y Gihón de Génesis 2:11, ello sería claro indicio de que los canales o cauces de estas vías fluviales con el tiempo han sufrido alteración sustancial; y si esto es así, entonces contender de que los ríos Eufrates y Tigris, por su ubicación actual en Mesopotamia, es prueba de que el Edén estaba localizado en esta área, es un argumento un tanto impreciso en vista de que su curso muy bien pudo incluso haber sido drásticamente alterado.

Regresaremos al cuarto río, el Gihón, dentro de poco, pero antes necesitamos discutir brevemente la segunda razón principal para pensar que el Edén estaba antiguamente localizado en Mesopotamia: que la primera reconocida civilización prominente o avanzada, usualmente se considera haber sido la sumeria, la cual estaba centrada en el valle de los ríos Tigris-Eufrates. Este hecho histórico, sin embargo, no puede ser utilizado para apoyar la creencia de que el Edén estaba en esa parte del mundo porque, como veremos más adelante en detalle, fue hacia el oriente que Caín fue expulsado después que matara a su hermano Abel. Caín fue deportado a lo que entonces se llamaba la tierra de Nod (o errante), y las Escrituras claramente establecen que fue hacia el oriente del Edén. Esto no es mera trivia. Mas bien fue determinado por parte de Jehová el que se incluyera en los escritos sagrados, para informar a los lectores de la Palabra, que la civilización inicua que se levantó antes del diluvio, en efecto, surgió de la antes mencionada área de Mesopotamia – la tierra entre ríos. Y ello fue así porque los enemigos del Eterno, siendo expulsados de su presencia, fueron arrojados en esta área.

El área del valle de los ríos Tigris-Eufrates era por lo tanto el centro de la iniquidad desde el mismo principio de la raza humana, no solamente después del diluvio. Y, con toda probabilidad, exactamente como el Eterno estaba enfocado en la Tierra Prometida y en Jerusalén en particular en el tiempo post-diluviano, así también en el mundo pre-diluviano. La vida humana comenzó en la misma parte del mundo donde la vida espiritual estaría disponible para el hombre. Edén, el lugar de deleite del Eterno, fue la tierra que Él escogió para establecer Su huerto especial. Cuando Adán y Eva pecaron fueron expulsados del huerto, hacia el oriente del mismo, pero en el entorno del Edén. Y, como ya establecimos, cuando Caín pecó fue desterrado aún más lejos hacia el oriente del Edén, hacia otra tierra que luego se le llamó Babilonia.

El Eterno puso poderosos querubines para guardar la entrada al huerto, la cual estaba ubicada en el sector oriental del mismo, dirección en la cual la humanidad pecadora ahora habitaba. Las Escrituras ofrecen suficiente información para nosotros poder determinar que el mismo patrón de comportamiento humano de antes del diluvio, el cual será discutido en detalles más adelante, no fue destruido por este gran cataclismo, sino que después se definió con más detalles que al principio.

Note lo que se dice en Génesis, de cómo continuó la migración del hombre después del diluvio:

“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando SALIERON DE ORIENTE hallaron una llanura en la TIERRA DE SINAR y se establecieron allí” (Génesis 11:1-2).

La rendición del versículo 2 en la versión Reina-Varela, aquí citada, es incorrecta, pues lee como si las personas venían del oriente. Lo correcto es que ellos viajaron HACIA EL ORIENTE. Otras versiones han corregido este error, como por ejemplo, la Versión Moderna 1956, lo rinde así: “Y aconteció que, como los hombres seguían moviendo sus campamentos HACIA EL ORIENTE, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí.” Y la versión, La Biblia al Día, lo rinde: “A medida que creció la población y se esparció HACIA EL ORIENTE, se descubrió una llanura en la tierra de Sinar que pronto fue densamente poblada.”

¿Y dónde se establecieron? Pues, en la llanura de Sinar, ¡el lugar preciso donde Nimrod fundó la antigua BABILONIA en el río Eufrates, y NÍNIVE en el Tigris! Claramente vemos que en los tiempos post-diluvianos los hombres continuaron en sus andanzas tal como antes del diluvio.

Asimismo, una vez la civilización post-diluviana se estableció en el valle de los ríos Tigris-Eufrates, vemos el resurgimiento de exactamente las mismas condiciones existentes en los días pre-diluvianos, particularmente el enfoque de Jehová, el Eterno Dios, en esa parte del mundo que había sido especial para Él desde el principio mismo, y ahora los hombres malvados intentan regresar al huerto del cual habían sido expulsados por el Eterno Creador.

Y así, desde el oriente, los descendientes de Cam, el hijo pecador de Noé y eslabón débil en la genealogía post-diluviana, comenzaron a migrar hacia la Tierra Prometida, poniéndole a la región entera el nombre del pecaminoso hijo menor de Cam, Canaán. Y al leer el capítulo 12 de Génesis, encontramos el relato del llamamiento de Abraham, y cuando el Eterno le ordena salir de Babilonia, y lo establece como su representante autorizado en esa parte del mundo donde ya Él había determinado centrar Su obra en la tierra. En Génesis 12:6, leemos:

“Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el encino de More; y el cananeo estaba entonces en la tierra.”

Cuando consideramos cómo las Escrituras nos muestran el proceder del Eterno con los seres humanos que Él ha llamado para una misión especial, fácilmente podemos ver que el enfoque geográfico siempre ha sido el Medio Oriente en general, y el área de Canaán o de Israel en particular. De hecho, gran parte de la historia que se relata en las Escrituras hebreas converge directamente sobre Abraham, Isaac, Jacob y sus hijos. El Eterno llamó a Abraham a salir de Babilonia, y posteriormente a Israel a salir de Egipto. Y desde ese punto en adelante la historia del Antiguo Testamento tiene como escenario la Tierra Prometida, con mucho más espacio dedicado a Judea y a Jerusalén que a ninguna otra localidad en el planeta. Sin lugar a equivocarnos podemos establecer que desde la perspectiva bíblica Jerusalén es, en efecto, el centro del mundo, y esto es mucho más que una interesante y/o simple observación. Puede muy bien ser una de las claves para identificar correctamente la localización del Edén.

Como la breve descripción bíblica del Edén y del huerto no puede ser usada adecuadamente para apoyar un lugar en la Mesopotamia meridional, quizás debemos dirigir nuestra atención, como lo hacen las Escrituras, al área de Israel y específicamente a su ciudad principal, Jerusalén. ¿Podría ser posible que Jehová Dios realmente comenzara todo el proceso de salvación creando a Adán y a Eva y colocándolos en el mismo lugar que posteriormente vendría a ser el centro de Su obra sobre la tierra, el mismo lugar donde Su propio Hijo predicaría el evangelio y moriría por los pecados del mundo, y al cual está profetizado que regresará, y desde donde reinará sobre todas las naciones? En realidad, esta es la premisa que estaremos buscando establecer.

Se mencionó anteriormente en nuestra discusión que el río Gihón, el cual según Génesis 2:13 se extendió a la tierra de Etiopía (Kush o Cush, en hebreo), se considera por un núcleo de estudiosos como una posible referencia al famoso río Nilo de Egipto. Créanlo o no, en el primer siglo AD se consideraba un hecho que ríos subterráneos fluían entre Egipto y el Mar de Galilea. No menos que el historiador Josefo testifica sobre este punto.

Es intrigante también el hecho de que este nombre “Gihón” se menciona varias veces en las Escrituras. Era el nombre de un lugar antiguo en Israel, pues leemos en el relato de las instrucciones que David impartió a Sadoc el sacerdote y a Natán el profeta con respecto a la coronación de Salomón como rey de Israel, lo siguiente:

“Y el rey les dijo: Tomad con vosotros los siervos de vuestro señor, y montad a Salomón mi hijo en mi mula, y llevadlo a Gihón; y allí lo ungirán el sacerdote Sadoc y el profeta Natán como rey sobre Israel, y tocaréis trompeta, diciendo: ¡Viva el rey Salomón!” (I Reyes 1:33-34).

Además, Gihón parece ser el nombre dado a un río o canal en Israel. Sabemos esto más bien por un evento un tanto incógnito durante el reinado del Rey Ezequías, conforme leemos en II Crónicas 32:27, 29-30:

“Y tuvo Ezequías riquezas y gloria, muchas en gran manera; y adquirió tesoros de plata y oro, piedras preciosas, perfumes, escudos, y toda clase de joyas deseables. Adquirió también ciudades, y hatos de ovejas y de vacas en gran abundancia; porque Dios le había dado muchas riquezas. Este Ezequías cubrió los manantiales de Gihón la de arriba, y condujo el agua hacia el occidente de la ciudad de David. Y fue prosperado Ezequías en todo lo que hizo.”

Peter Michas, del Ministerio de los Mensajeros del Mesías, escribe:

“El manantial de Gihón fluye debajo de las montañas al sureste de Jerusalén, al oeste del valle de Cedrón, donde la ciudad de David fue construida. En tiempos del Antiguo Testamento proveyó abastos sustanciales de agua a la ciudad. Esta fuente de agua en particular debe haber sido considerada única porque fue el lugar donde Salomón fue ungido, y porque agua de este manantial fue mezclada con cenizas de la vaca alazana para producir las “aguas de purificación” (La vara de un árbol de almendro en el Plan Maestro del Eterno, p. 67)”.

Mientras que esta información puede no ser totalmente concluyente para identificar el antiguo río Gihón, es evidencia innegable que, cuando combinada con otros hechos pertinentes, puede probar ser bastante convincente. Es alentador saber que, para sorpresa de muchos, hay realmente un gran abasto subterráneo de agua en Israel en general, y el mayor caudal especialmente en el subsuelo de la ciudad de Jerusalén. Esto ha sido confirmado en años recientes por científicos gubernamentales de Israel. Una porción de este importante recurso de agua es un río subterráneo que fluye desde la parte norte de la ciudad, debajo del monte del Templo hasta al estanque de Siloé. De ameno interés es el hecho de que el manantial de Gihón desemboca en este cuerpo de agua.

El descubrimiento de tan inmenso caudal de agua en el subsuelo de la ciudad de Jerusalén no debe ser del todo sorprendente. Muy bien sabemos que las funciones rituales en el templo requerían un enorme volumen de agua para facilitar las numerosas ofrendas sacerdotales, especialmente en el lavado de la sangre y abluciones asociadas con el sacrificio de animales. Además, la ordenanza requería que esta agua no podía estar quieta ni estancada, sino fluyendo continuamente. Por consiguiente, un buen caudal de agua fluyente era necesaria.

Además, es importante notar que la Biblia nos dice: “Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario, morada del Altísimo” (Salmos 46:4, versión Reina-Varela Actualizada).

Y también la Escritura nos dice que durante el reino Mesiánico habrá un río directamente asociado con la ciudad de Jerusalén, pues leemos en Zacarías 14:8: “Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno.”

Este hecho es confirmado por el profeta Ezequiel, quien escribe:

“Entonces me hizo volver a la entrada del templo. Y he aquí que de debajo del umbral del templo salían aguas hacia el oriente, porque la fachada del templo estaba al oriente (el alineamiento correcto del templo). Las aguas descendían de debajo del lado sur del templo y pasaban por el lado sur del altar...Luego me sacó por el camino de la puerta del norte y me hizo dar la vuelta por afuera hasta el exterior de la puerta que da al oriente. Y he aquí que las aguas fluían por el lado sur. Cuando el hombre [ángel] salió hacia el oriente, llevaba un cordel en su mano. Entonces midió 1.000 codos y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos...Midió otros 1.000 codos, y el río ya no se podía cruzar, porque las aguas habían crecido. El río no se podía cruzar sino a nado...Y me dijo: "Estas aguas van a la región del oriente; descenderán al Arabá y llegarán al mar, a las aguas saladas; y las aguas serán saneadas. Y sucederá que todo ser viviente que se desplace por dondequiera que pase el río vivirá... Y todo aquello a donde llegue este río vivirá” (Ezequiel 47:1, 3, 5, 8-9, Versión Reina-Varela Actualizada).

Esta agua obviamente procederá de alguna fuente, y considerando los actuales descubrimientos geofísicos en y alrededor de Jerusalén, con toda razón se puede concluir que el inmenso abasto subterráneo de agua saldrá como un gran río sobrenaturalmente dotado con poderes de vida y de sanidad.

Es prácticamente acertado que hay, y siempre ha habido una fuente abundante de agua subterránea fluyendo a través y fuera del área de Jerusalén.

¿Podrá ser este caudal de agua el río que se dijo salía de Edén para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos fluyendo hacia el sur y el oriente, quizás aun hasta Egipto y tan lejos como la frontera de la India? No cabe duda de que esta distintiva posibilidad exista; en efecto, la probabilidad es alta.

¿Porqué el Eterno habría de plantar un huerto al sur de Mesopotamia, establecer allí el primer templo sagrado en la tierra, causar que su presencia estuviera en medio del huerto, y colocar a los primeros seres humanos en esta localidad si, en efecto, Su propósito siempre fue trabajar con Su gente en la Tierra Prometida? ¿Había algo especial sobre el área que hoy conocemos como la nación de Irak? La contestación es sí, había, en efecto, algo especial, algo muy diferente en esta parte del mundo – era entonces y continuará siendo el centro de la actividad demoníaca sobre la tierra, la fuente de toda práctica vil, malvada y horrible jamás concebida por mentes depravadas. Decididamente NO era un lugar apropiado ni para el Creador del universo ni para Su morada y centro de adoración terrenal, ni para los primeros seres humanos que Él creó. ¡Por el contrario, el lugar que la mayoría de las personas erróneamente asumen que el Eterno escogió para Su inmaculado paraíso del Edén, es el mismísimo centro de BABILONIA! ¡Esta parte del mundo es la misma localidad, o al menos la dirección hacia la cual la humanidad pecadora sería desterrada, bien porque lo haría por su cuenta, o porque sería expulsada de la presencia del Eterno! En la próxima sección de este estudio echaremos un vistazo a exactamente cómo la Biblia confirma este hecho, pues este patrón siempre ha sido así, y continuará siéndolo hasta el regreso del Mesías.

Cuando el Eterno decidió dar un “paso gigante” hacia adelante en su plan de salvación, Él llamó a un hombre, de nombre Abram (a quien más tarde le cambió el nombre por Abraham), a salir de Babilonia, y por ruta tortuosa lo trajo a lo que se conocería como la Tierra Prometida. A fin de Abraham poder llegar hasta el lugar que sería su herencia, ¿en qué dirección debía de viajar? Obviamente hacia el occidente (oeste). Como veremos en la segunda parte de esta discusión, desde el punto de vista de las Escrituras y del patrón divino de las cosas ir hacia el oriente era equivalente a darle la espalda al Todopoderoso, como ir hacia el occidente equivalía a acercarse al trono de Jehová Dios.

No solamente fue llamado Abraham a salir de Babilonia e ir hacia lo que un día se convertiría en la tierra de Israel, sino que además el Eterno lo guió específicamente al lugar más significativo de toda la tierra, en efecto, del mundo entero. Note lo siguiente:

“Aconteció después de estas cosas, que probó (hebreo, nissah – poner a prueba) Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a TIERRA DE MORIAH, y ofrécelo allí en holocausto sobre UNO DE LOS MONTES que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de mañana... y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos... Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto” (Génesis 22:1-4, 14).

¡Las montañas de Moriah... la simple mención del lugar debe motivarnos a prestar atención reverente al considerar que Abraham caminó una de las jornadas de tres días más significativas jamás realizadas en la historia, viajando desde Beerseba a la MONTAÑA DEL ETERNO!

¿Y dónde estaba este lugar santo?

Moriah fue el nombre dado antiguamente a las montañas que comprenden el área de Jerusalén, incluyendo lugares prominentes como el monte del Templo, justo un poco al sur de la ciudad de David en el monte de Sion, junto con el monte de los Olivos.

El nombre Moriah aparece en las Escrituras sólo una que otra vez y es en relación con la construcción del templo. Después que David pecó al hacer un censo del pueblo resultando en la muerte de 70,000 israelitas, el profeta Gad le dijo:

“…Sube, y levanta un altar a Jehová en la era de Arauna jebuseo. Subió David, conforme al dicho de Gad, según había mandado Jehová” (II Samuel 24:18-19).

Una vez que el hijo de David, Salomón, estuvo listo para comenzar la construcción del templo, leemos lo siguiente en II Crónicas 3:1:

“Comenzó Salomón a edificar la casa de Jehová en Jerusalén, en el monte Moriah, que había sido mostrado a David su padre, en el lugar que David había preparado en la era de Ornán (Arauna) el jebuseo.”

Parecería por lo tanto que el lugar al cual el Eterno dirigió a Abraham para sacrificar a su hijo Isaac era, específicamente, la misma área que se convertiría en el Lugar Santísimo en la tierra – ¡el monte del Templo en Jerusalén! La única otra posible opción en este caso es que como la referencia bíblica en Génesis 22 no especifica el nombre de la montaña sobre la cual ocurrió el sacrificio de Abraham, únicamente la región que comprendía lo que fue el monte del Templo, algunos estudiosos han concluido que quizás otra de las montañas de Moriah fue la reseñada, particularmente el único otro lugar en esa área donde un altar sagrado fue erigido – el monte de los Olivos, el lugar del sacrificio de la vaca alazana, el valle de los huesos o Gólgota, donde el Mesías fue sacrificado.

Como el monte del Templo recibe la mayor atención del mundo y usualmente es considerado, por lo menos por los cristianos, el lugar más sagrado en el mundo, el monte de los Olivos comúnmente no recibe la atención que merece ni tampoco se le atribuye el significado que le adjudican ambos, la Biblia y la historia. Es, sin embargo, una parte integral de todo el complejo del templo y por el papel que ha desempeñado en el pasado y el que está profetizado que desempeñará en el futuro, nosotros los creyentes necesitamos mantener en nuestra mente la importancia de este lugar tan especial. Luego en nuestro estudio mostraremos que parte del simbolismo del huerto del Edén está también intrínsecamente asociado con el monte de los Olivos.

Fuera o no el monte del Templo o el monte de los Olivos, un lugar literal donde el sacrificio de Isaac habría de ocurrir, podemos estar seguros de que fue dentro del área del futuro complejo del templo de adoración, y que esto fue así, irrefutablemente, por diseño divino. Claramente, con respecto a este mundo, la atención de Jehová está centrada en el área de Jerusalén y su entorno. Es el lugar hacia donde Abraham fue dirigido, es el lugar hacia donde Israel fue dirigido, es el lugar que se convirtió en la ciudad real de la nación, es el lugar donde el templo fue construido, es el lugar donde el Mesías testificó a aquella malvada generación, es el lugar donde Él fue arrestado, juzgado, falsamente condenado, azotado, y crucificado; es el lugar del cual Él fue resucitado, del cual ascendió, y al cual regresará para reinar sobre todas las naciones del mundo. ¡Y es el lugar al cual el Todopoderoso y Misericordioso Padre celestial, el Dios y Creador Supremo del universo finalmente descenderá convirtiendo esta área sagrada no solamente en el centro de la tierra sino que en el centro de todo el universo! Y yo les propongo a ustedes que este fue el preciso lugar, y no ninguno otro, donde Jehová Dios comenzó Su obra con la humanidad.

A ninguna otra conclusión lógica, bíblica, o histórica se puede llegar. Podemos siempre escudarnos en subterfugios, o decir que con seguridad no lo sabemos, pero es evidente que el huerto del Edén existió sobre este planeta. Fue real, y enfáticamente no estuvo situado en Babilonia. Ningún otro lugar en el mundo, aparte de Jerusalén, siquiera comienza a cumplir con los criterios necesarios para cualificar. ¡Existe inclusive una tradición judía que establece que Adán fue creado del polvo del monte Moriah! Yo reconozco que una tradición en sí no prueba un punto, y que las Escrituras no nos dicen explícitamente dónde el Eterno estableció el huerto del Edén, pero yo considero que podemos estar bastante seguros concluyendo que la única área sagrada de adoración establecida antiguamente por el Eterno en Jerusalén, es absolutamente el lugar correcto. Si esto es así, ello significa que el Eterno terminará Su obra con el hombre en el mismo lugar donde la comenzó, llevando la humanidad a la relación correcta que tuvo en el principio con Adán y Eva en el huerto del Edén. ¡Es también allí, en Jerusalén, aquí en la tierra, donde Él establecerá Su centro de operaciones para el universo entero! ¡Tengo que decir que tan hermoso plan solamente podría haber sido visualizado y realizado por el Omnisapiente y Omnipotente Creador, porque ello está en perfecta armonía con su característica de TODOPODEROSO, y sólo Él podría ejecutar algo de tal magnitud!


EL MODELO DEL EDÉN


Muchos de nosotros tenemos un vago concepto mental del huerto de Edén. Es muy cierto que se nos da escasa información en la Biblia con respecto a cómo lucía, cuán espacioso era o dónde precisamente estaba localizado. Sin embargo, los datos que tenemos a nuestra disposición nos pintan un cuadro por demás extraordinario, y que considero verdaderamente importante y revelador para todos los creyentes. Entender bien el modelo o patrón del huerto de Edén nos ayudará a apreciar con mayor profundidad lo que realmente ocurrió allí tantos años atrás. De otra manera la historia de Génesis 2-4 puede comúnmente pasar por mera leyenda antigua, cuando en realidad este pasaje de las Escrituras es el mismo corazón – la médula – del propósito del Eterno para con el hombre, la esencia de lo que Él quiere que Su gente conozca, más allá de todas las demás consideraciones.

Es de suponer que antes de crear al hombre el Eterno habitaba solamente en el cielo. Una vez que Él decidió crear a Adán, sin embargo, estuvo en la tierra; y el hecho de que Él tenía intención de pasar tiempo aquí lo motivó a preparar un lugar adecuado no solamente para el género humano, sino para Él mismo. Este hecho es bastante significativo porque dondequiera que el Eterno habita hay un patrón exacto de cómo las cosas están ubicadas. En las Escrituras se nos brindan solamente apreciaciones ocasionales de su morada celestial, pero podemos obtener una perspectiva más detallada por el diseño del tabernáculo, el cual el Eterno mandó a los israelitas a construir en el desierto. Se nos dice en Hebreos 8:4-5:

“Así que, si estuviese [el Mesías] sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.”

La importancia de este pasaje es que el tabernáculo estaba diseñado de tal manera que servía como tipo o sombra de un patrón original, preexistente en el cielo. Esto es corroborado más adelante en el próximo capítulo de Hebreos, donde leemos:

“Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo... roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio. Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre...fue, pues, necesario que las FIGURAS de las cosas CELESTIALES fuesen purificadas así” (Hebreos 9:19, 21-23).

Aquí vemos la asociación de las cosas celestiales expandida para incluir aun los vasos y mobiliario del servicio del tabernáculo. Note que el Eterno fue bien enfático en que Moisés procediera con la construcción del tabernáculo con el más estricto celo, prestando especial atención a las instrucciones precisas impartidas a él en el monte Sinaí. El modelo, por lo tanto, fue de suprema importancia porque debía ser una representación física del dominio celestial de Jehová Dios.

Siglos más tarde, cuando David deseó construir una estructura permanente para acomodar el arca del pacto, y que sirviera como un lugar de adoración, leemos en I Crónicas 28:11-19, lo siguiente:

“Y David dio a Salomón su hijo el plano del pórtico del templo y sus casas, sus tesorerías, sus aposentos ...el plano de todas las cosas que tenía en mente para los atrios de la casa del Eterno...también para los grupos de sacerdotes y los levitas...y para todos los utensilios del ministerio...oro en peso para los candeleros de oro, y para sus lámparas...las mesas de la proposición...para las copas y las tazas.”

De modo que ambos, el tabernáculo y el templo en Jerusalén, fueron, literalmente, idea y diseño del Eterno Creador. Lo que podemos deducir de este hecho es que la morada celestial de Jehová Dios tiene un diseño específico y elementos definidos, y que Su morada terrenal, doquiera que halla estado a través de las épocas, sigue el mismo patrón y diseño de la morada celestial. Es importante entender que el antiguo tabernáculo y el templo no fueron las únicas estructuras o áreas donde habitó el Eterno aquí en la tierra. La realidad es que el huerto del Edén fue el primer lugar. ¿Significa esto que hubo realmente un diseño divino definido tanto en el huerto como en la construcción del tabernáculo? La contestación es que sí, lo hubo, y todo ello tiene que ver con el tema de nuestro estudio: “EL MISTERIO DE LOS DOS ÁRBOLES.”

El diseño fundamental del tabernáculo/templo es tal que hay tres divisiones principales de la estructura – el Atrio, el Lugar Santo, y el Lugar Santísimo. La entrada principal está ubicada en el lado oriental, y lleva primero al atrio y luego, procediendo hacia el occidente, al Lugar Santo, y finalmente al Lugar Santísimo. Discutiremos estas tres divisiones más adelante, pero primero necesitamos entender que las direcciones referidas son críticamente importantes porque el lugar de habitación del Eterno está situado siempre al extremo occidental, y para llegar a Su presencia siempre se debe ir desde el oriente. Caminar hacia el oriente, por lo tanto, es equivalente a apartarse de la presencia del Eterno.

Aunque no tengamos un cuadro bien detallado del área del Edén, sí tenemos ciertos factores que necesitamos considerar. Quizás debemos comenzar esta porción de nuestro estudio enfocándonos por un momento en el hecho de que el tabernáculo y el templo, ambos estaban cercados: tenían paredes, una puerta, y divisiones o secciones. Así también lo estaba el área territorial de Edén.

Podríamos llegar a tendencias erróneas si imaginamos lo que el Eterno plantó en Edén como meramente un típico huerto similar al que cualquiera de nosotros pudiera cultivar en nuestro patio. La palabra “huerto” en Génesis 2:8 es la traducción hecha del vocablo hebreo gan, que implica un espacio encerrado, cercado, y se deriva de ganan, que significa cercar / encerrar / proteger. Y como gan sí puede ser usado para identificar un huerto, el sentido más apropiado está expresado en la descripción de la estructura, como fue la que el Eterno realmente preparó en esta área especial del mundo en el tiempo de la creación del hombre.

El huerto que el Eterno plantó estaba localizado en un área más amplia llamada, Edén, que en hebreo significa placer, deleite, esplendor, PARAÍSO. Por lo tanto, el Eterno debe haber sentido gran placer y satisfacción por este lugar tan particular de la tierra que determinó plantar allí el huerto tan especial que había concebido en Su mente. Y había algo en verdad deleitable para el Todopoderoso en la tierra del Edén, indicio claro de que esta área no era simplemente una porción de tierra cualquiera, escogida al azar, y evidencia convincente de que no fue algún lugar en el sur de Mesopotamia, una región que ni antigua ni corrientemente haya sido destinataria de favor divino.

Manteniendo la definición estricta de la palabra gan, el huerto del Edén tenía límites específicos que fueron protegidos o cercados de tal manera que no se permitía la entrada o salida a través de ningún acceso excepto por una puerta.

Otra cosa que debemos observar con interés es el énfasis en dirección que encontramos en el libro de Génesis. Al tiempo que Adán y Eva fueron expulsados del huerto, leemos en Génesis 3:24:

“Echó, pues, fuera al hombre, y puso al ORIENTE del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.”

Note cuidadosamente que el ORIENTE es la dirección clave designada. ¿Qué podemos deducir de este simple dato direccional? Si los querubines fueron situados al oriente del huerto para prevenir que alguien pudiera entrar al mismo, entonces podemos concluir confiadamente que había una sola entrada al huerto de Edén, y que la misma estaba localizada en el lado oriental. Como claramente podemos ver, el diseño aquí descrito se está pareciendo más y más al patrón del tabernáculo/templo del futuro, el cual de igual manera tendrá su entrada al lado oriental. Cuando los primeros humanos fueron expulsados del huerto de Edén, ellos salieron de la presencia del Eterno, y para esto se requería que ellos se movieran hacia el oriente.

Un ejemplo más, con respecto a dirección, lo encontramos en la siguiente información concerniente a Caín después que matara a su hermano, Abel:

“Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra... He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé... Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al ORIENTE de Edén” (Génesis 4:11, 14, 16).

Para el tiempo en que transcurrió el incidente entre Caín y Abel, Adán y Eva ya habían sido expulsados del huerto. Ellos, sin embargo, estaban aún en la tierra de Edén, pero en la parte oriental. Ahora bien, cuando Caín fue castigado, fue echado totalmente fuera de Edén, y habitó en la tierra de Nod, la cual estaba ubicada lejos, al oriente de Edén. Advierta además, que al caminar hacia el oriente, “salió, pues, Caín de delante de Jehová”, es decir, salió de delante de la presencia del Eterno.

Con respecto al enfoque de dirección u orientación de los lugares divinos de adoración en la tierra (el huerto de Edén, el tabernáculo, el templo, etc.), es de notar que el patrón siempre es idéntico, aun cuando el altar o altares en cuestión hayan sido erigidos en lugares diferentes a los tres ya mencionados. Como un ejemplo, tomemos el caso de Abraham.

La Escritura no nos dice con exactitud a cuán temprana edad el Eterno llamó a Abraham. Se hace mención de este personaje por primera vez en el capítulo 11 de Génesis en donde se registra la descendencia de Sem, hijo mayor de Noé. Y leemos en el versículo 26: “Taré vivió setenta años, y engendró a ABRAM, a Nacor y Harán.” (A Abram el Eterno le cambió el nombre por Abraham, ver Génesis 17:5.) Como bien sabemos, en las genealogías bíblicas solamente se mencionan los nombres de aquellas personas líderes o cabezas de familia. Es muy probable, por lo tanto, que Taré y su familia pertenecieran a una casta sacerdotal en Babilonia. Esto es lo que podemos entender al leer Josué 24:1-3:

“Reunió Josué a todas las tribus de Israel en Siquem, y llamó a los ancianos de Israel, sus príncipes, sus jueces y sus oficiales; y se presentaron delante de Dios. Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es Taré, padre de Abraham y de Nacor; y SERVÍAN A DIOSES EXTRAÑOS. Y yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del río, y lo traje por toda la tierra de Canaán, y aumenté su descendencia...”

Es muy probable que Abraham fuera llamado a temprana edad. Por lo menos se nos dice que fue llamado antes de tener esposa, conforme leemos en Isaías 51:1-2:

“Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados. Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque CUANDO NO ERA MÁS QUE UNO SOLO LO LLAMÉ, y lo bendije y lo multipliqué.”

Pero, nuevamente, ¿a cuán temprana edad Abraham fue llamado por el Eterno Dios?

Explícitamente no se nos dice. Pero no nos es oculto el método del Eterno Dios al apartar, preparar y llamar a una persona para una misión especial, como fue la de Abraham. Algunos ejemplos: conocemos la historia de Moisés (Éxodo, capítulos 1 al 3), quien fue apartado desde su nacimiento. También la historia de Samuel (1 Samuel 1). Jeremías fue santificado antes de nacer (Jeremías 1:1, 4-7). Y la bella y sublime historia de Juan el Bautista (Lucas 1, con especial atención al versículo 15).

Habiendo nacido en el seno de una familia de estatura en el ambiente babilónico, y por las características de ferviente creyente en su adultez, es de suponer que ya en su adolescencia Abraham era un joven estudioso y determinado. Y si el Eterno Dios ya lo había escogido, tal como hizo con Pablo, a quien apartó desde el vientre de su madre (Gálatas 1:15), y quien fue educado en la ley de Dios (Hechos 22:3), y cuando el Eterno interviene directa y personalmente con él lo pone en contacto con uno y/o varios de sus siervos antes escogidos (Hechos 9:1-12), sin duda que en algún momento puso a Abraham en contacto con un siervo Suyo.

¿Y a quién pudo haber escuchado Abraham hablar acerca de la existencia y REALIDAD del Dios Verdadero? ¿Qué acontecimiento extraordinario pudo haber ocurrido en algún momento de la historia, acontecimiento que aún era de conocimiento general en aquellos primeros años de vida de Abraham, y que tal vez le llamó la atención de manera muy especial? ¿Había en aquel tiempo algún siervo especial de Jehová Dios, un profeta, pregonando la justicia divina?

Según la cronología bíblica, Abraham tenía cincuenta y ocho años de edad a la muerte de Noé. ¿Se interesó Abraham en oir el relato del diluvio universal directamente de la boca de Noé? Pienso que no sería nada de desacertado el creer que así sucedió.

Leemos en Génesis 12:1: “Pero Jehová HABÍA dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.”

Cuando Jehová ordena a Abraham a salir de Ur de los caldeos, él ya era una persona de gran fe. Puede no haber sido criado en tal costumbre durante su temprana niñez, porque como aparenta ser ambos, él, y su padre antes que él, fueron en sus vidas, como ya anotamos, de la casta sacerdotal en Babilonia. Pero vino un tiempo cuando Abraham prestó atención al Eterno Dios del universo, y se rebeló en contra del politeísmo y la adoración pagana de su ciudad natal. Cuando llegó a tierra de Canaán él era un fiel creyente en Jehová Dios y como tal lo adoraba. ¿Cómo? Construyéndole un altar y ofreciendo sacrificios sobre el mismo. Abraham, sin embargo, no solamente juntó unas cuantas piedras al azar. Él cuidadosamente diseñó y orientó su lugar de adoración precisamente de acuerdo con el patrón divino que Jehová usó en el huerto del Edén, el mismo patrón que Adán, Eva, Caín y Abel habían utilizado en su invocación al Eterno Dios Creador. Abraham puede no haber estado en el preciso lugar del huerto de Edén, y, desde luego, bien distanciado del tiempo de los primeros humanos sobre la tierra, no obstante, se ajustó al diseño divino. En Génesis 12 se nos proporciona suficiente información para probar concluyentemente este punto, pues leemos en el versículo 8:

“Luego (Abraham) se pasó de allí a un MONTE al ORIENTE de Bet-el y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová.”

Advierta la cuidadosa orientación del lugar de adoración de Abraham – su tabernáculo, su templo, por decirlo así. El lugar estaba en una montaña, tal como era lo común en la adoración divina. Jehová Dios es mostrado como habitando en el monte de Sion la celestial (Hebreos 12:22), y por lo tanto, Su habitación terrenal estaba en el monte Moriah, como ya hemos visto. Con toda seguridad el huerto de Edén estaba sobre una montaña, ya que el río que corría a través del Edén y regaba el huerto fluía en la superficie, y se dividía en cuatro corrientes separadas. Como el agua corre en declive, no hacia arriba, podemos concluir que el lugar original de adoración terrenal fue sobre una montaña. El altar de Abraham estaba en conformidad con este patrón divino.

Además, es de notar que, así como en el huerto de Edén, en el tabernáculo y en el templo, Abraham orientó su lugar de adoración al oriente de Bet-el. Como Bet-el significa Casa de Dios y puerta del cielo (Génesis 28:16-19), su selección del lugar fue la más apropiada, toda vez que el altar de la ofrenda encendida en las tres áreas antes mencionadas estaba ubicado en el lado oriental. Si la Be-tel mencionada en Génesis 28 es el mismo lugar conocido por el mismo nombre tan temprano como en los días de Abraham, sin duda es de orígenes muy antiguos; y si se puede probar que su ubicación estaba en el monte Moriah o el monte de los Olivos es especulativo en este momento. Sin embargo, la información en Génesis 12:8 es de especial significado con respecto al patrón direccional de los lugares terrenales de adoración del Eterno.

Ahora que tenemos la información direccional en mente regresemos a la división triseccional del tabernáculo. El mismo tiene tres secciones fundamentales: el atrio, el Lugar Santo, y el Lugar Santísimo. Exactamente igual que la primera morada terrenal del Eterno. Correspondiendo al atrio está la tierra de Edén. Luego dentro de Edén se sitúa el huerto, que se relaciona perfectamente con la segunda división o el Lugar Santo. El Lugar Santísimo del tabernáculo, la habitación real de la presencia del Eterno, fue donde el arca del pacto y el propiciatorio estaban colocados. ¿Contenía el huerto de Edén tal sección especial dentro de sus límites? Sí lo contenía, pues se nos dice:

“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida EN MEDIO DEL HUERTO, y el árbol de la ciencia del bien y del mal” (Génesis 2:8-9).

Ciertamente, había una parte del huerto segregada, muy especial, conocida como “en medio del huerto”, donde los dos renombrados árboles crecieron. “En medio del huerto”, por lo tanto, equivale a la tercera división del tabernáculo – el Lugar Santísimo – el área más sagrada de todo el complejo.

Aunque no podamos verificar que todos los aspectos del tabernáculo y posteriormente el templo de Jerusalén estaban representados de alguna forma en el huerto de Edén, fácilmente se puede ver que el diseño general es harto similar, y, ya que los tres lugares sirvieron de morada para Jehová Dios, tal similitud no debe considerarse como algo incidental.

Mientras podemos asegurar que los querubines mantenían alejados a quienes intentaran entrar al huerto, podríamos cuestionarnos porqué Jehová habría escogido estas fantásticas criaturas para esta función en particular. ¿No tendrían ellos quizás responsabilidades más importantes en el cielo u otro lugar? La contestación es que ellos eran indispensables con respecto al patrón santo que estaba establecido en Edén, pues leemos en Apocalipsis 4:1-2, 6-7:

“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo y... un trono establecido...y delante del trono había como un mar de cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un LEÓN, el segundo era semejante a un BECERRO; el tercero tenía rostro como de HOMBRE, y el cuarto era semejante a un ÁGUILA volando.”

Estas tal llamadas bestias o criaturas vivientes eran, de hecho, querubines como lo confirma el profeta Ezequiel, quien nos dice:

“Y miré, y he aquí venía del norte...y en medio de ella la figura de cuatro SERES VIVIENTES. Y esta era su apariencia...cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas...y el aspecto de sus caras era cara de HOMBRE, y cara de LEÓN al lado derecho de los cuatro, y cara de BUEY a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de ÁGUILA... Estos eran los mismos seres vivientes que ví debajo del Dios de Israel junto al río Quebar; y conocí que eran QUERUBINES” (Ezequiel 1:4-6, 10; 10:20).

Parecería que los querubines están directamente asociados con la presencia de Jehová Dios, especialmente con respecto a Su trono ya sea en el cielo (como en la visión de Juan), o como parte del gran carruaje real sobre el cual Él viaja (como en la visión de Ezequiel), o en la forma de estatuas esculpidas y trabajos bordados (como en caso del tabernáculo). Por lo tanto, es lógico y correcto que los querubines debían haber estado representados en el huerto del Edén.

Es también de interés que las cuatro caras de los querubines denotan la figura principal en cada una de las clasificaciones de las criaturas vivientes, a saber, el león como el rey de las bestias, el buey como el animal más altamente domesticado (en referencia a ganado), el águila representando todas las aves del cielo, y por supuesto, el hombre como la más excelsa de todas las creaciones del Eterno Creador. Estas fueron las categorías representativas de animales que fueron traídas ante Adán para que les pusiera nombre (Génesis 2:20).

Otro elemento muy importante del tabernáculo era el altar de las ofrendas encendidas. Esta estructura estaba situada justo dentro de la entrada oriental. Esto, por supuesto, era el lugar donde se llevaban a cabo los sacrificios de animales con la sangre echada a los lados del altar por los sacerdotes. ¿Podría haber habido tal cosa en el huerto de Edén? Por supuesto que lo había, porque leemos en Génesis 4, lo siguiente:

“Y aconteció andando el tiempo (hebreo, el tiempo señalado – posiblemente indicando que este sacrificio en particular puede haber tenido cierta conexión con alguna época o tiempo divinamente señalado, o un festival) que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (Génesis 4:3-5).

Obviamente, se puede razonar que si Caín y Abel estaban ofreciendo sacrificios tendría que por necesidad haber habido un altar de algún tipo. Esta es la primera mención directa de tal ofrenda en las Escrituras, pero podemos asegurar que Adán y Eva también trajeron sacrificios a este lugar. Recordemos que aunque ellos fueron expulsados del huerto, no fueron echados fuera de Edén, el cual comprendía un territorio mucho más amplio. De hecho, es bien posible que ellos permanecieran en la tierra de Edén a través de toda su vida. El estar dentro del Edén hubiese sido equivalente a estar en el ámbito del tabernáculo ya que Edén corresponde al atrio y por lo tanto no se considera fuera de la presencia del Eterno. Adán y Eva no fueron echados de la misma manera que lo fue Caín.

Los sacrificios de Caín y Abel, por lo tanto, tienen que haber sido ofrecidos dentro de la tierra de Edén, pero fuera del huerto propiamente, y este es justamente el patrón del tabernáculo como tal, pues el altar de las ofrendas encendidas estaba localizado en el atrio, al oriente del Lugar Santo y el Lugar Santísimo.

Además, se nos dice que cuando Caín se disgustó porque el Eterno lo rechazó a él y a su ofrenda, fue tal su enojo que...

“Entonces Jehová dijo a Caín: ¿por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres el bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Génesis 4:6-7).

Al leer por primera vez este pasaje puede no parecer que contribuye a nuestra discusión de un altar, pero la versión Reina-Valera no hace justicia hebrea en esta instancia. Caín se ha enojado porque él y su sacrificio no fueron aceptados por Jehová, mientras el de su hermano, Abel, lo fue. Ahora observe la pregunta clave que se le hace a Caín:

“Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres el bien, el pecado está a la puerta.”

Puesto que ya Jehová Dios había pronunciado el aspecto positivo de esta situación a Caín al preguntarle, “Si HICIERES EL BIEN, ¿no serás ENALTECIDO?”, usted podría pensar que el pronunciamiento más apropiado a seguir sería fraseado como sigue: “Y si NO HICIERES EL BIEN, NO SERÁS ENALTECIDO.” La versión Reina-Varela, sin embargo, presenta a Jehová expresando que si Caín no hace bien, el pecado está a la puerta, pero es que Caín ya no había hecho bien, es decir, ya había incurrido en pecado. Precisamente esto es lo que ha precipitado toda la conversación, por lo tanto, el pecado no está a la puerta, sino que ya es una realidad, un hecho consumado; el pecado ya está presente. No, definitivamente, ¡otra cosa es lo que está a la puerta!

Cuando Adán y Eva pecaron se escondieron, pero de pronto se les abren los ojos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales para cubrirse. Lo que realmente ellos están haciendo es un humano intento para cubrir su pecado y culpa. Pero aunque las hojas de higuera son un palio apropiado para los árboles de higuera, son totalmente inadecuadas para cubrir el pecado del hombre. Esto requiere un SACRIFICIO, que fue lo que precisamente ocurrió, pues se nos dice:

“Y Jehová Dios hizo al hombre y su mujer TÚNICAS DE PIELES, y los vistió” (Génesis 3:21).

No es fácil reconocer que este versículo está realmente estableciendo el hecho de que un sacrificio en realidad ocurrió, porque Jehová le hizo a Adán y a Eva vestiduras de pieles. Para hacer pieles se requieren animales, y que éstos sean matados. No es difícil entender que hubo derramamiento de sangre y muerte de por lo menos un animal.

En el caso de Caín, ¿qué podemos deducir? Él no había hecho bien, y por consiguiente, incurrido en pecado. ¿Qué se requería entonces? ¡Un SACRIFICIO! Por lo tanto, Génesis 4:7 debe leer:

“Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres el bien, UN SACRIFICIO POR EL PECADO está a la puerta” – es decir, un sacrificio por el pecado es requerido.

En otras palabras, el Eterno estaba extendiendo Su misericordia a Caín, brindándole la oportunidad de ofrecer un sacrificio por su pecado. Caín ya había traído una ofrenda, pero fue rechazada porque no fue ofrecida con fe viva, ni fue ofrecida de acuerdo al agrado del Eterno. No solamente el corazón de Caín fue rebelde para con Jehová Dios, sino que también las cosas que trajo al altar fueron inmediatamente descalificadas por ser elementos indignos de un sacrificio apropiado.

Y lo más importante, a diferencia de su hermano, el justo Abel, Caín vino sin un animal, para derramar sangre. Y aunque frutas, vegetales y granos son todos productos de las bendiciones de Jehová, no constituyen en este caso una ofrenda apropiada. Las Escrituras nos enseñan que:

“Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?...Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del pacto...Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y SIN derramamiento de SANGRE no se hace REMISIÓN” (Hebreos 9:13-14, 19-20, 22).

Con respecto a la tipología envuelta, lo que Caín hizo fue algo extremadamente crítico a los ojos de Jehová, pues al decidir no traer un sacrificio de sangre, ya es esencialmente culpable de rechazar al Mesías que había de venir, y el sacrificio final por los pecados que Él haría. Observe cuidadosamente cómo, temprano en el desarrollo de la raza humana, este tipo de decisión establece un patrón para toda la humanidad en todos los tiempos. Desde el Edén en adelante, tal como Caín trajo al altar aquello que él había producido por medio del sudor de su rostro – su propio trabajo – el hombre consistentemente velaría por reemplazar al Mesías como el único medio de salvación. Y este mismo hecho es la esencia del misterio de los dos árboles, como pronto veremos.

En la exhortación de Jehová Dios a Caín, la ofrenda por el pecado se dice “está a la puerta,” ¿Qué puerta? ¿Qué significado tiene tal declaración? Recordemos que Adán y Eva ya habían sido expulsados fuera del huerto. Ahora habitaban en el área del Edén, al oriente de la puerta del huerto, el área que corresponde al atrio del tabernáculo. Y, ¿qué objeto prominente se encuentra en el atrio? ¡El altar del holocausto! Aquí era donde se sacrificaba la ofrenda por los pecados. Y, ¿dónde precisamente estaba situado este altar? Cerca de la puerta oriental. De este modo Jehová le está diciendo a Caín que si él lleva una ofrenda por el pecado al mismo altar, al cual él y Abel habían previamente traído sus ofrendas, se le perdonarían sus transgresiones. Así este episodio completo es realmente una fuerte confirmación de que el patrón del tabernáculo existía originalmente en Edén.

Para concluir el relato de este breve encuentro que Caín tuvo con el Eterno necesitamos considerar la última parte de Génesis 4:7. El versículo completo lee como sigue:

“Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, un sacrificio por el pecado está a la puerta; con todo esto, A TI SERÁ SU DESEO, Y TÚ TE ENSEÑOREARÁS DE ÉL.”

Lo que realmente dice esta última oración es que si Caín aceptaba la ordenanza divina del sacrificio por el pecado, él estaría aceptando la misericordia de Jehová, y de esta manera podía tener dominio del pecado en su vida. En su lugar, sin embargo, Caín cometió uno de los pecados más atroces de todos los tiempos – en vez de aceptar la ordenanza divina del sacrificio, él sacrificó la vida de su hermano, el justo Abel.

En su negativa de sumisión a la ordenanza divina, Caín va más allá de simplemente incurrir en pecado; él es esencialmente culpable de rechazar la gracia del Eterno y Misericordioso Dios, de rechazar el sacrificio del Mesías y finalmente de rechazar la salvación. De este modo, desde el mismo principio, no solo es introducido el pecado a la raza humana, resultando en la acción que Jehová tomó contra Adán y Eva, sino que además, de entre la propia creación divina saldrán aquéllos que abierta e impíamente se opondrán al Todopoderoso, y trabajarán incansablemente para intentar derrotar Sus propósitos; y quienes también concebirán toda forma de falsa sustitución en su intento de reemplazar la autoridad, la soberanía, la palabra, el espíritu, y la ley del Omnipotente y Omnisapiente Creador, junto con Su forma de vida, y el destino final que Él tiene para la humanidad. Este fútil intento no es actividad exclusiva de las ideas, artimañas, decepciones y poderío de meros seres humanos, sino que es la directa influencia de potentes fuerzas demoníacas que encuentran en Caín y sus descendientes sujetos dispuestos, a través de quienes estas fuerzas diabólicas pueden obrar en su intento de frustrar el plan del Eterno Creador, y establecerse ellos mismos como los gobernantes de todo el universo. Y desde ese antiquísimo principio en adelante, hasta nuestros días, y más allá, este ha sido el constante bregar de estas fuerzas en los asuntos de este mundo y su poderoso elitismo.

En el patrón del tabernáculo dado a Moisés en el monte Sinaí, Jehová designó ciertos componentes que estarían en el Lugar Santísimo. Esta era la sección más sagrada de la estructura, tanto así, que no estaba permitida la entrada a nadie salvo exclusivamente al sumo sacerdote, y esto sólo una vez al año, en el día de Expiación (Yom Kippur). Y aún así, se requerían preparaciones especiales, y estrictas reglas debían obedecerse so pena de muerte segura.

Esta situación contrasta con la de Adán y Eva en el huerto de Edén. Recuerden que las tres áreas principales correspondientes al diseño del tabernáculo son: la tierra de Edén, luego el huerto y finalmente el área conocida como “en medio del huerto.” Era en esta última sección que estaba la presencia de Jehová, pero había otros aspectos en esta localidad.

EL ÁRBOL DE LA VIDA


Situados “en medio del huerto” había dos árboles, a saber, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. A Adán y a Eva se les dijo que de todos los árboles del huerto podían comer, con excepción del segundo aquí mencionado. Esto quiere decir que se les permitió entrar “en medio del huerto”, que es equivalente a entrar en el lugar santísimo, un privilegio y responsabilidad que solamente el sumo sacerdote tenía en los días de la antigua Israel. ¡Qué oportunidad tan increíble disfrutaron estos dos primeros seres humanos!

Ubicados dentro del Lugar Santísimo, la jurisdicción más sagrada en todo el complejo del tabernáculo, estaban el arca del pacto y el propiciatorio. En el huerto de Edén equivale a la presencia literal del Eterno “en medio del huerto.” Había, sin embargo, otros artículos muy significativos en el interior del Lugar Santísimo. Uno de ellos era la vara de Aarón que reverdeció y floreció.

En los días después que los israelitas incrédulos fueran consignados a vagar por el desierto, surgió una conspiración en contra de Moisés y Aarón dirigida por un hombre llamado Coré. Este intento de quitar de su lugar a aquéllos que el Eterno había colocado en posición de autoridad, terminó en tragedia para los participantes, resultando eventualmente en la muerte de sobre 14,000 israelitas.

A causa de las constantes murmuraciones de los hijos de Israel, Jehová Dios le dice a Moisés que instruya al líder de cada tribu a tomar una vara, escribir su nombre sobre ella y colocarla en el tabernáculo. Allí Jehová aparecería y milagrosamente indicaría su favor sobre una de las varas. El milagro divino que habría de ocurrir sería como una señal en contra de cualquiera que se quejara o considerara la idea de usurpar la autoridad que Jehová había establecido sobre la nación. Siendo Aarón el sumo sacerdote, naturalmente era el representante de la tribu de Leví.

Respecto a la vara en cuestión, la palabra hebrea es mattah, y aunque una de sus definiciones es una rama, no es un término que se aplica a algo con vida. Mattah quiere decir una vara, y puede ser usada en el sentido de castigo (corrección), gobierno (cetro), tirar (lanza) o caminar (bastón). Interesantemente, mattah se deriva de otra palabra hebrea, natah, que quiere decir extender. Su uso primordial es como un símbolo de la activa, soberana y poderosa participación de Jehová Dios en los asuntos del hombre. De este modo, se le dice a Moisés en Éxodo 4:16, que tome su vara (mattah) y la extienda.

A la luz de esta información, el hecho de que Jehová especificara una vara en esta instancia, es bastante significativo, ya que Él estaba interviniendo directamente en los asuntos de Israel y ahora quería demostrarles precisamente qué hombre y cuál tribu Él escogería como líderes indiscutibles.

Todas las varas fueron reunidas y colocadas en el tabernáculo, de acuerdo al mandato divino. Allí estuvieron toda la noche, y en la mañana, cuando Moisés entró al tabernáculo de reunión, la vara de Aarón había reverdecido y echado flores milagrosamente, produciendo almendras. Entonces Jehová mandó que la vara de Aarón, también identificada como la vara que floreció, tuviera la más alta distinción posible al ser colocada dentro del velo en el Lugar Santísimo (leer relato en el capítulo 17 de Números).

El simbolismo envuelto en este episodio es en gran manera eficaz. Las varas, las cuales los príncipes de Israel traen ante Moisés, son realmente cetros, indicativos de autoridad tribal. Todas ellas, sin embargo, son iguales en que son meramente pedazos de madera. Ninguno de estos pedazos de madera tiene vida, ni son capaces de producir vida de sí mismos. Solamente como resultado de la selección preferente de Jehová, y por su divina intervención, la vara de Aarón literalmente cobró vida y floreció.

Esta vara en particular ya tenía una historia muy distinguida, pues es la misma vara que llevó Aarón antes, cuando él y Moisés fueron enviados por el Eterno a comparecer ante el Faraón de Egipto, y con la cual realizaron milagros espectaculares. Leemos de esa ocasión en Éxodo 7:8-9:

“Habló Jehová a Moisés y Aarón, diciendo, si Faraón os respondiere diciendo: Mostrad milagro; dirás a Aarón: Toma tu VARA, y échala delante de Faraón, para que se haga culebra.”

Esta misma vara fue usada en la ejecución del primero de cuatro milagros que ocurrieron en el encuentro con Faraón. Después de ese momento surge la pregunta, ¿exactamente cuál vara está siendo usada en algunos de los milagros posteriores?, pues cuando el Eterno estaba listo para enviar la plaga de granizo, leemos en Éxodo 9:23:

“Y MOISÉS extendió SU VARA hacia el cielo y Jehová hizo tronar y granizar y el fuego se descargó sobre la tierra; y Jehová hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto.”

Vemos este mismo proceso repetirse en la plaga de langostas (Éxodo 10:13). ¿Había dos varas que fueron utilizadas en los milagros ocurridos en Egipto por ambos, Moisés y Aarón? Puede parecer que sí, pero, ¿cómo podemos estar seguros de una cosa o la otra? Quizás retrocediendo en el tiempo, cuando el Todopoderoso se le apareció por primera vez a Moisés en la zarza ardiendo, podremos determinarlo correctamente.

Después que Jehová se le manifiesta a Moisés, le revela Su plan para liberar a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto. Moisés, habiendo ya escapado de las dificultades de Egipto, y habiendo pasado alrededor de cuarenta años pastoreando las ovejas de su suegro en la tierra de Madián, no estaba interesado en regresar a Egipto. Presentó excusa tras excusa para librarse de la difícil tarea que Jehová le estaba imponiendo. Finalmente cuando Moisés protestó diciendo que el pueblo no creería en él, leemos el siguiente intercambio:

“Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: UNA VARA. Él le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella...Así se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en Egipto...Entonces Moisés tomó a su mujer y sus hijos...y volvió a tierra de Egipto. Tomó también Moisés LA VARA DE DIOS en su mano” (Éxodo 4:2-3, 18, 20).

Ahora, precisamente, ¿la vara de quién (sin mencionar el número de varas) está involucrada en todo este episodio? Primero aparenta ser de la propiedad de Moisés, pero por la descripción de cómo será usada en Egipto, aparenta ser la de Aarón, y entonces Éxodo 4:20 establece que ¡era la vara de Dios! La evidencia parecería indicar que una sola vara fue utilizada en los diversos despliegues del poder de Jehová. Uno debe cuestionarse, sin embargo, si no es posible quizás, y hasta probable, que esta era en efecto una vara muy especial. Exactamente cómo llegó a manos de Moisés no está claro en las Escrituras, pero decididamente pareció NO ser meramente un pedazo de madera. La simple referencia a ella como siendo la VARA DE DIOS es razón muy válida para convencernos de este hecho. En efecto, ¿no es esto lo que está discutiendo David cuando escribe en el bello Salmo 23…

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tu estarás conmigo; TU VARA y tu cayado me infundirán aliento?” (v. 4).

Es por demás interesante que nuestro Salvador es nombrado proféticamente como el renuevo (Jeremías 23:5; 33:15; Zacarías 3:8), y, por supuesto, la vara de Aarón era un renuevo. Con respecto a la vara de Dios, el Mesías es descrito en términos inequívocos por el profeta Isaías, diciendo:

“Saldrá una VARA del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová” (Isaías 11:1-2).

A medida que continuemos la discusión sobre este tema, veremos más sobre la posible historia de la tal llamada “vara de Aarón.” En adición a la información anterior, el hecho de que la vara de Aarón, cuando floreció produjo almendras, es altamente significativo. El simbolismo del árbol de almendro y su fruto están complejamente entretejidos dentro del tapiz de la antigua Israel, y quizás más allá, tal vez extendiéndose ¡hasta el huerto del Edén!

Cuando Jehová le entregó a Moisés el modelo detallado del tabernáculo celestial, una de las principales vasijas o implementos permanentes de su servicio era el candelero especial conocido en hebreo como el menorah. Como todos hemos visto réplicas de este artículo, tendemos a pensar en el mismo primordialmente como un candelabro, pero los detalles ofrecidos en las Escrituras revelan otra cosa completamente distinta. He aquí las instrucciones originales que Jehová le impartió directamente a Moisés:

“Harás además un candelero (hebreo menorah) de oro puro...su pie, su caña, sus copas, sus manzanas [botones] y sus flores, serán de lo mismo. Y saldrán seis brazos de sus lados...tres copas en forma de flor de almendro en un brazo, una manzana y una flor; y tres copas en forma de flor de almendro en otro brazo, una manzana y una flor...y en la caña central del candelero cuatro copas en forma de flor de almendro ...Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte” (Éxodo 25:31-34, 40).

El menorah era una vasija muy especial, tan así que fue la única designada específicamente a ser labrada precisamente según el modelo celestial mostrado a Moisés durante su estadía en el Monte Sinaí. En Números 8:4, nuevamente se hace mención acerca de este mandato cuando Aarón recibe instrucciones sobre el encendido de las lámparas.

El menorah estaba hecho totalmente de oro puro. Esto no se puede decir ni siquiera del arca del pacto. De todos los utensilios dedicados al servicio del tabernáculo, del único que se menciona el peso real de los materiales es el menorah.

No está construido de múltiples partes, más bien es una sola pieza. Y note su descripción: tiene brazos y flores y fruta, y no cualquier fruta, sino ¡ALMENDRAS! Observe la forma que realmente toma el menorah – claramente representa un ¡¡¡ÁRBOL DE ALMENDRO EN PLENO FLORECIMIENTO!!! El simbolismo que envuelve este muy distintivo candelero añade significado inmensurable a la vara de Aarón que reverdeció y floreció, pues esta era una rama de almendro viva, no una simple representación; y poseía tal status delante del Eterno que estaba bien protegida, no en el Lugar Santo como estaba el menorah sino en el ¡santctum sanctorum – en el Lugar Santísimo mismo!

El almendro es considerado el árbol que más temprano florece cada año. Es por lo tanto, un tipo de vida nueva, la cual es realmente, ¡vida eterna! El significado real de la palabra hebrea shaked dada a almendro es de “despertar” o “despertador.” Como tal el árbol de almendro significa resurrección, vida nueva, vida eterna, salvación, la gracia del Eterno Dios.

Otra alusión interesante del árbol de almendro se encuentra en el reconocido relato de un sueño que tuvo Jacob. En su sueño Jacob ve una escalera que estaba apoyada en tierra y tocando el cielo sobre la cual los ángeles de Dios subían y descendían (Génesis 28:10-12). Jehová Dios mismo apareció sobre la escalera y le confirmó a Jacob la promesa que había hecho a Abraham y a Isaac. Tan temeroso de Jehová Dios quedó Jacob que leemos:

“Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero” (Génesis 28:16-19).

La palabra Luz significa “almendra” (o “almendro”). ¡Qué intrigante que el Todopoderoso escogiera revelársele a Jacob de esta manera tan propicia en un lugar llamado Luz, en clara referencia al árbol de almendro! Este evento trascendental en la vida de Jacob tiene sus aspectos mesiánicos también. El Mesías, en su encuentro con su futuro discípulo, Natanael, hace referencia a este mismo suceso diciendo:

“Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Juan 1:50-51).

Como fácilmente se puede comprobar, lo que ocurrió aquí es algo extraordinario, algo sin precedente, y está repleto de profundo significado espiritual. De hecho nos da razón para preguntar si la selección de este lugar fue porque había allí literalmente un árbol de almendro sagrado en la zona, del cual esta área adquirió su nombre. Con respecto a esta parte de las Escrituras, la enseñanza rabínica establece que cuando Jacob denominó esta área Bet-el, que quiere decir Casa de Dios, él estaba realmente en el monte Moriah, la ubicación futura del templo, la Casa de Dios permanente (ver Soncino Talmud, Pesachim 88b).

Respecto al árbol de almendro, hay una forma legítima de relacionar su simbolismo no sólo con el monte Moriah, sino que también con su acompañante geográfico, el monte de los Olivos, y la cruz de la crucifixión. Este último escenario era el lugar donde se quemaba el cuerpo de los animales sacrificados ofrecidos en el templo. Fue además el lugar donde se llevaba a cabo el más importante de todos los sacrificios – el sacrificio de la vaca alazana (ver Números 19:1-10). Para cumplir con las instrucciones de Jehová un lugar especial fue construido y apartado. Fue conocido como el Miphkad Altar, y está ubicado al otro lado del valle de Kidron cerca de la cumbre del monte de los Olivos en la parte oriental del monte del Templo. Muchos creyentes y lectores de la Biblia dan poca consideración a este lugar sagrado tan especial, pero su importancia es imposible de exagerar, ya que de acuerdo a Hebreos 13:10-14, fue también el área precisa a la cual el Mesías fue llevado y crucificado. Note el señalamiento preciso del lugar de la crucifixión en este pasaje:

“Tenemos (los seguidores del Mesías) un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo (templo). Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote son quemados FUERA DEL CAMPAMENTO. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, PADECIÓ FUERA DE LA PUERTA. Salgamos, pues, a él, FUERA DEL CAMPAMENTO, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí (Jerusalén, el templo, el sacerdocio, los sacrificios físicos) ciudad permanente, sino que buscamos (como Abraham, el padre de la fe) la por venir” (Hebreos 13:10-14).

Por siglos, literalmente, leyendas y nociones han abundado referente al instrumento de crucifixión de Jesús. No me estoy refiriendo necesariamente al debate sobre si se utilizó una cruz romana o simplemente un madero. Prácticamente toda la evidencia fidedigna confirma el hecho de que el Mesías fue clavado a algún tipo de cruz, no estrictamente a un madero. Esto es aun antiguamente sugerido en la sangre de los corderos de la pascua original que era aplicada cuidadosamente “en los dos postes y en el dintel de las casas” (Éxodo 12:7), estos dos lugares específicos correspondiendo a las posiciones de las manos extendidas y también de la cabeza del Salvador.

El argumento al que me estoy refiriendo tiene sus raíces en la doctrina judía, pero primero que nada, notemos que está claramente establecido en las Escrituras que Cristo fue clavado a un árbol real, no a un árbol muerto (seco), sino a uno con vida. Pedro les testifica a los judíos:

“El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un MADERO (Hechos 5:30).

Y una vez más en Hechos 10:39, leemos: “Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un MADERO.”

Pedro repite esta verdad nuevamente, algunos años más tarde en su primera epístola (I Pedro 2:24).
El apóstol Pablo, predicando en Antioquia de Pisidia, afirma:

“Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándole del MADERO, lo pusieron en el sepulcro” (Hechos 13:29).

Posteriormente Pablo confirma este hecho citando una referencia de las Escrituras hebreas con respecto a la crucifixión del Mesías:

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado de un madero)” (Gálatas 3:13).

Esta cita es tomada de Deuteronomio 21:23, y como en todos los casos que hemos citado, se refiere a un árbol con vida, no meramente a un pedazo de madera sin vida. Como un componente final de evidencia, también tenemos las palabras de nuestro Salvador mismo quien según era llevado por las calles de Jerusalén, hacia el lugar llamado Gólgota en el monte de los Olivos para ser crucificado, era seguido de mujeres llorando y lamentándose sobre Su trágica situación. Él se dirige a ellas, diciéndoles:

“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles... entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el ÁRBOL VERDE hacen ESTAS COSAS (crucificar al Hijo de Dios), ¿en el seco, qué no se hará?” (Lucas 23:28-31).

La palabra griega stauros, traducida cruz en el Nuevo Testamento, es aceptada por algunos estrictamente como estaca o poste recto, pero esta no es la opinión de la mayoría de los eruditos. Mientras que este término se puede referir a una estaca, también puede ser atribuido a la madera que forma la cruz de un instrumento de crucifixión típico romano. Esto es casi seguro lo que el Mesías estaba cargando mientras atravesaba la ciudad, desvalido, hacia el Gólgota. En Latín este término es llamado patibulum, y su peso (usualmente entre 100-125 lb.), está cerca del límite que puede cargar un criminal que ha sido azotado con látigos. La sección vertical real de una cruz, o del aparato completo para estos efectos sería demasiado pesado para ser arrastrado por alguien a cualquier distancia, y de hecho, esto simplemente nunca había acontecido.

A la luz de la información previa, no está fuera de contexto relacionar, sino literalmente al menos simbólicamente, al árbol de la vida y el árbol de la crucifixión de Jesucristo. En realidad Él fue clavado a un árbol vivo (verde), y ese árbol, aunque le trajo la muerte a nuestro Señor, da VIDA a todo aquel que se acerca a la sangre derramada en el Gólgota. Es interesante que la misma palabra griega se utilizó en ambas de las siguientes Escrituras:

“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas...quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el MADERO [árbol] (I Pedro 2:21, 24).

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del ÁRBOL de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:7).

La palabra griega xulon es empleada en ambos ejemplos, y significa un árbol vivo (verde). De hecho, en esta palabra en particular tenemos una muy interesante serie de circunstancias. En las versiones de la Biblia en inglés es traducida como “tree” = “árbol” en precisamente 10 veces en el Nuevo Testamento. Ya hemos leído siete de esos pasajes en este estudio (Hechos 5:30, 10:39; 13:29; Gálatas 3:13; Lucas 23:31; I Pedro 2:24; Apocalipsis 2:7). Los restantes tres se encuentran en Apocalipsis 22:1-2, 14, que según la versión Reina-Varela 1909, leen:

“Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En el medio de la plaza de ella
[la ciudad], y de la una y de la otra parte del río, estaba el ÁRBOL de la vida, que lleva doce frutos, dando cada mes su fruto: y las hojas del ÁRBOL eran para la sanidad de las naciones. Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el ÁRBOL de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad.”

¿Pueden ver la interesante conexión entre todos estos diez versículos del Nuevo Testamento en los cuales el término griego xulon es usado para árbol? ¡Son o una referencia al árbol de la crucifixión o al árbol de la vida, sin excepciones en lo absoluto! Otras palabras griegas son utilizadas muchas veces para árbol, pero estas diez son aparte y totalmente únicas, y sin lugar a dudas nos están diciendo algo muy importante.

En la doctrina judía existe una historia muy conocida referente a la vara de Aarón. Aparentemente se cortó un pedazo de este árbol que finalmente vino a parar a manos de David, quien lo usó en la guerra contra Goliat, y una vez coronado rey, lo plantó en el monte de los Olivos, en el lugar que vino a ser el Mipkad Altar, donde creció en un árbol de almendro. Sea o no realmente cierta esta antigua leyenda, queda en duda, pero es asombroso que aun en la tradición judía exista tal relación entre el árbol de la vida, el menorah de siete brazos, la vara de Aarón que floreció, y un árbol especial en el monte de los Olivos, en el mismo lugar de la crucifixión del Mesías.

Para poner punto final a este aspecto del estudio, meditemos por un momento en la escena de la crucifixión. Sabemos que había dos criminales que sufrieron la pena de muerte en el Gólgota junto con el Salvador. También sabemos que uno de los criminales estaba a la mano derecha del Mesías y el otro a Su izquierda. Entonces asumimos que cada uno fue crucificado por separado a una cruz, sin embargo esta conclusión es diferente a la que ofrecen las Escrituras. Hay un pasaje clave en el libro de Juan, el cual debe dejar bien claro que tres cruces no es una posibilidad en este caso. Observe cuidadosamente cómo este apóstol lo expresa:

“Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los CUERPOS no quedasen en la CRUZ en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al PRIMERO, y asimismo al OTRO que había sido crucificado con Él. Mas cuando LLEGARON A JESÚS, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas” (Juan 19:31-33).

He resaltado las palabras más significativas con respecto a este asunto. En el versículo 31, Juan nos dice que los cuerpos (plural) no deben permanecer en la cruz (singular). ¡¡¡TRES CUERPOS--UNA CRUZ!!! No es sorprendente que tal verdad sea tan frecuentemente pasada por alto. Es, de hecho, bastante fácil hacerlo. Pero hay más, pues en los versículos 32-33 se nos informa que cuando los soldados romanos se acercaron al lugar de la crucifixión para quebrarles las piernas a los hombres condenados, llegaron primero a un criminal, y luego al otro, y finalmente a Jesús. ¡Este orden es evidentemente incompatible con la noción asumida de que estos tres individuos fueron colgados en cruces separadas, colocadas en fila con Jesucristo en el medio! Como fácilmente se puede advertir, si esta fuera la alineación correcta, los soldados hubiesen llegado al Mesías en segundo lugar y no último.

Esta evidencia fuertemente sugiere, o más bien, comprueba, que la teoría de tres cruces es incorrecta. ¡Había solamente un instrumento de muerte en la saga de la crucifixión, y los tres cuerpos fueron clavados al mismo! Esto puede aparentar absurdo al principio, pero no debe serlo. Considere el hecho de que ya sabemos que Jesucristo fue clavado a un árbol vivo (verde). Cuando el patibulum fue clavado o atado al árbol, entonces se convirtió en la cruz de la crucifixión. Si, como Juan testifica, había un solo árbol, ¿no es entonces factible que los tres hombres hayan sido colocados en el mismo árbol? ¡Por supuesto, es más que factible, es lo más apropiado! Con la crucifixión llevada a cabo de este modo, tenemos armonía con lo establecido en Juan 19:31-33.

Habiendo establecido estos hechos de las Escrituras, vamos a darle el toque final a este aspecto de nuestro estudio. El Dr. Ernest L. Martín en su libro, Los Secretos del Gólgota, llega a la siguiente conclusión respecto a la colocación de los cuerpos en el monte de la crucifixión:

“Mención ha sido hecha... de que Jesús fue crucificado a un árbol con dos ladrones también clavados al mismo árbol. Esto indicaría que había seis brazos extendidos hacia arriba alrededor del mismo árbol. Esta escena podría proveernos un cuadro simbólico de un menorah viviente... después de su resurrección Jesús fue visualizado como parado en medio de los candeleros de siete brazos” (Apocalipsis 1:13) (cap. 27, p. 391).

Toda esta información, y existe mucha más que podría ser discutida, nos presenta un cuadro por demás espléndido, al mirar retrospectivamente. Podríamos continuar hablando sobre el tiempo en que Israel se rebeló y Jehová envió serpientes ardientes entre el pueblo. En esa ocasión Moisés fue instruido a hacer una serpiente de bronce y colocarla en una asta, para que todo aquel que mirare y creyera fuera sanado de las mordidas venenosas de las serpientes (Números 21:4-9). El asta en esta situación es establecida por Cristo mismo para ser representativa de su propio instrumento de muerte, pues leemos en Juan 3:14-15:

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Definitivamente, no hay fin a los tipos y/o símbolos en las Escrituras que pueden ser investigados y dilucidados en un estudio como este, pero admitamos los mencionados aquí como suficientes y sigamos adelante con nuestra discusión de los dos árboles.

Claramente el árbol de la vida, simbolizado más tarde por el menorah de siete brazos y la vara de Aarón que floreció, y que estaban ambos colocados primeramente en el tabernáculo y luego en el templo, es simbólico de salvación por gracia, de nueva vida, en efecto, de vida eterna, en el Mesías y Su sacrificio por los pecados. Por consiguiente, es por demás evidente la razón por la cual Jehová Dios quería que Adán y Eva comieran (participaran) de este árbol tan especial, y porqué Él cuidadosamente lo colocó en medio del huerto, el lugar de Su propia presencia divina en la tierra. ¡Qué privilegio se le concedió a estos dos primeros seres humanos, la única prohibición con respecto al huerto siendo que no deberían de comer de un solo y único árbol, el árbol de la ciencia del bien y del mal!

En un paraíso de esplendor, y con todas las ventajas que disfrutaban Adán y Eva, podemos quizás preguntarnos cómo el abstenerse de comer del fruto de un árbol podría ser un problema tan grave. Por otro lado, también podríamos preguntarnos porqué el Eterno le negaría al hombre la fruta de un árbol en particular. Muchos podrían simplemente contestar que esto fue diseñado como una prueba de obediencia para Adán y Eva, y por supuesto, esto siempre sería una forma de entenderlo, pero no sería la forma absoluta, ni la más correcta.

EL ÁRBOL EN MEDIO DEL HUERTO


Así como el árbol de la vida es alegórico en naturaleza, también es un árbol literal en el relato de la escena del huerto que leemos en el Génesis. Adán y Eva pudieron haber tomado literalmente frutos de sus ramas y haberlos consumido como comida. Lo mismo era también con el otro árbol en medio del huerto, el árbol de la ciencia del bien y del mal. No obstante, la prohibición divina de no participar de este segundo árbol en específico es bien firme, especialmente cuando observamos que Adán y Eva hasta ese momento no habían pasado por la experiencia de la muerte en ninguna forma. Ni siquiera uno de los animales había sido sacrificado. Ahora bien, de súbito haber sido creado milagrosamente, y colocado en un lugar paradisíaco, como era el Edén, y de pronto oir la instrucción muy específica…

“…De todo árbol de huerto podrás comer: mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17)...

…todo ello es razón para preguntar: ¿Qué había de malo con este árbol? ¿Por qué crearlo, exponerlo en la parte más importante del huerto, y luego negarle a cualquiera el derecho de comer del mismo? ¿Era maligno? No aparenta haberlo sido, pues se nos dice:

“Y vio Dios TODO lo que había hecho, y he aquí que ERA BUENO en gran manera” (Génesis 1:31).

Bueno, entonces, ¿podría haber sido un árbol venenoso? Este no parece ser el caso tampoco porque está escrito:

“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y BUENO PARA COMER; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal” (Génesis 2:8-9).

Basado en la forma en que las cosas son reseñadas en Génesis, la fruta literal producida por el árbol de la ciencia del bien y del mal no era en sí ni mala ni tóxica. Simplemente fue prohibida por el Eterno: “no comerás la fruta de este árbol.” Sin duda que el mandato va más allá de no comer la fruta del árbol; pero, de acuerdo a Eva, ella declara:

“Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis” (Génesis 3:2-3).

¿Qué clase de árbol habría puesto Jehová en medio del huerto, en el lugar más sagrado de la tierra, en efecto, su propia morada – equivalente al Lugar Santísimo en el tabernáculo y luego en el templo – un árbol que le causaría la muerte a cualquiera que de él comiere o aun tocare? Francamente, no podemos contestar esta pregunta tan importante hasta que no descubramos qué representa el árbol de la ciencia del bien y del mal.

Eruditos, teólogos, predicadores y maestros han especulado una y otra vez sobre el significado simbólico de este árbol prohibido en el huerto de Edén. Para la mayoría de las personas el árbol simplemente es intrínsecamente maligno. Muchos podrían sencillamente llamarlo “el árbol de Satanás” o “la forma de vida de Satanás” o “el árbol de la discordia.” Tales conclusiones, sin embargo, son en extremo poco profundas, casi superficiales, y definitivamente no están en armonía con las Escrituras. No hay razón válida para creer que el fruto de este árbol en particular era innatamente maligno, o no apto para consumo humano. Mas bien, éste, como todas las demás cosas que el Eterno creó y puso en el entorno del huerto, era bueno, perfecto. Simplemente había una orden divina bien específica: no comer del fruto de este árbol, y ni siquiera tocarlo.

Tal como descubrimos la esencia del árbol de la vida, relacionando el Edén y sus varios elementos al modelo del tabernáculo, utilizaremos este mismo enfoque en nuestra búsqueda del significado profundo del otro árbol en medio de huerto, el misterioso y prohibido árbol de la ciencia del bien y del mal. Como ya tenemos el modelo general en mente, podemos proceder directamente a revelar el simbolismo involucrado con este árbol tan especial.

Sabemos que en el lugar llamado, “en medio del huerto,” en el relato del Génesis, había dos árboles. También podemos correctamente equiparar esta área con la presencia divina de Jehová. De esta manera, “en medio del huerto” se relaciona muy bien con el interior del santuario del tabernáculo conocido como el Lugar Santísimo. Esta era la tercera de las tres divisiones del plano del antiguo tabernáculo. Contenía, sobre todas las demás consideraciones, el arca del pacto, y encima el propiciatorio, típico del trono celestial del Eterno, claramente, el lugar real donde Su gloria moraba y/o aparecía durante el primer periodo de la historia israelita. El acceso a esta morada sagrada era denegado a todos excepto al sumo sacerdote, a quien se le permitía la entrada solamente una vez al año en Yom Kippur, Día de Expiación.

En el principio, sin embargo, a Adán y a Eva no se les excluyó del “medio del huerto”, mas bien fueron bienvenidos a visitarlo, no necesariamente en cualquier momento que ellos quisieran, sino mas bien cuando la presencia de Jehová estuviera accesible para una reunión de íntima familiaridad. Leemos sobre una de estas ocasiones en el capítulo 3 de Génesis. Después que Adán y Eva desobedecieron a Jehová, comiendo del árbol prohibido, se señala:

“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, AL AIRE DEL DÍA; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto” (Génesis 3:7-8).

Podemos confiadamente asumir que Adán y Eva se encontraban aún en el área llamada “en medio del huerto,” toda vez que esa era el área donde estaba el árbol de la ciencia del bien y del mal, del cual ellos habían comido. El hecho de que la frase “al aire del día” se menciona en el momento en que Jehová hace su aparición nos es de gran ayuda para entender y creer que ello era un tiempo específicamente determinado cuando Adán y Eva podían encontrarse y hablar directamente con su Creador y Padre, el Todopoderoso Dios. Esta frase en particular, en hebreo es lo que realmente se designa como “lenguaje de templo,” y representa el tiempo en la tarde cuando comienza la brisa, un periodo que corresponde con el tiempo del sacrificio de la tarde, o entre 3-5 PM.

Esto es bien interesante si observamos que este encuentro de Jehová Dios con la pareja humana que había creado, la circunstancia del pecado que éstos habían cometido, el sacrificio de un animal, y el hecho de que “Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer TÚNICAS DE PIELES, y los vistió”, ¡todo ocurrió en aproximadamente la hora del día cuando se ofrecía el sacrificio de la tarde, conforme a la ley (Éxodo 29:38-39; Números 28:1-8). ¡Y todo ello es aún mucho más significativo y por demás revelador, porque es exactamente la misma hora cuando el Mesías Redentor murió, cumpliendo el sacrificio supremo por los pecados de toda la humanidad! (Ver Mateo 27:45-50; Marcos 15:33-37; Lucas 23:44-46.) ¡Nadie puede decir jamás que Jehová, el Eterno Creador, el Dios de las misericordias no es absoluta y perfectamente puntual; y que en todo lo que hace cumple un propósito divino!

Además del arca del pacto y del propiciatorio, también sabemos que el Lugar Santísimo contenía la vara de Aarón que floreció. Esto ya lo habíamos comentado en detalles. Había sin embargo, por lo menos otros dos artículos de gran importancia localizados en el interior del Lugar Santísimo del tabernáculo. Una referencia a uno de estos artículos la encontramos en Éxodo 16. Mientras los israelitas se encontraban en ruta hacia el monte Sinaí comenzaron a murmurar y a quejarse en contra de Moisés y Aarón, diciendo:

“Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud. Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover PAN DEL CIELO; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día... Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? Porque no sabían qué era...Y dijo Moisés a Aarón: Toma una vasija y pon en ella un gomer de maná, y ponlo delante de Jehová, para que sea guardado para vuestros descendientes. Y Aarón lo puso DELANTE DEL TESTIMONIO para guardarlo, como Jehová lo mandó a Moisés” (Éxodo 16:3-4, 15, 33-34).

Aunque este evento ocurrió al principio de la historia de Israel, aun antes del Sinaí donde le fue entregado a Moisés el modelo para la construcción del tabernáculo, está bien claro en las Escrituras que la vasija especial para depositar el maná era con la intención de guardarlo en el futuro Lugar Santísimo, tal como se comprueba en Hebreos 9:3-4, que dice:

“Tras el Segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una URNA de oro que contenía el MANÁ…”

Este milagroso pan del cielo alimentó a los hijos de Israel durante cerca de sus cuarenta años de vagar por el desierto. A su entrada en la Tierra Prometida, se nos dice en Josué 5:10-12:

“Y los hijos de Israel acamparon en Gilgal, y celebraron la pascua a los catorce días del mes, por la tarde (hebreo, entre las dos tardes, a media tarde), en los llanos de Jericó. Al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas. Y el MANÁ CESÓ el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año.”

De modo que había una vasija de oro con maná, colocada dentro del Lugar Santísimo, junto con el arca del pacto y la vara de Aarón que floreció (simbólico del árbol de la vida). En el evangelio de Juan, en el Nuevo Testamento, tenemos información importante concerniente a este pan del cielo. Comenzando en el capitulo 6, versículo 30, leemos sobre un encuentro del Mesías con un número de judíos:

“Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:30-35).

El maná que bajó del cielo durante la travesía de los israelitas por el desierto era un símbolo del Mesías propiamente. Él es el pan de vida, y el hecho de que una vasija de oro con este milagroso pan celestial fuera preservada y colocada dentro del Lugar Santísimo significa el lugar legítimo del Mesías resucitado en la morada del gran trono del Todopoderoso.

Hay todavía un artículo más, de gran importancia, que era parte del interior del santuario del tabernáculo. Cuando Moisés subió por primera vez a la cumbre del monte Sinaí, Jehová le entregó dos tablas de piedra sobre las cuales Él mismo había escrito los grandes principios de la Ley que conocemos como los Diez Mandamientos. Cuando los hijos de Israel se corrompieron entregándose a la idolatría y a orgías desenfrenadas, Jehová Dios le dijo a Moisés que descendiera al campamento. Cuando Moisés vio el espectáculo idolátrico de sus propios hermanos, quienes recién habían sido milagrosamente liberados por la mano del Eterno, ¡se indignó en gran manera y arrojó las dos tablas de piedra, rompiéndolas en pedazos! (Ver relato en Éxodo, capítulo 32.)

Como bien sabemos, más tarde Moisés subió nuevamente a la montaña y recibió un segundo par de tablas, también escritas con el dedo de Jehová, de lo cual leemos en Deuteronomio 10:3-5:

“E hice un arca de madera de acacia, y labré dos tablas de piedra como las primeras, y subí al monte con las dos tablas en mi mano. Y [Jehová] escribió en las tablas conforme a la primera escritura, los diez mandamientos... Y volví y descendí del monte, y PUSE LAS TABLAS EN EL ARCA que había hecho; y allí están como Jehová me mandó.”

Ahora tenemos los cuatro principales elementos físicos del Lugar Santísimo –

  1. EL arca del pacto con el propiciatorio;
  2. La vasija de oro del maná;
  3. La vara de Aarón que reverdeció y floreció; y
  4. Las tablas de la Ley.

Ya hemos establecido la identidad simbólica de tres de los cuatro elementos – El arca del pacto con el propiciatorio = el trono y presencia de Jehová; 2) La vasija de oro del maná = el Mesías; 3) La vara de Aarón que reverdeció y floreció = el árbol de la vida.

Aunque no hemos indicado claramente lo que el artículo restante representa, debe ser evidente por el proceso de eliminación, ¡que las tablas de la Ley equiparan propiamente con el árbol de la ciencia del bien y del mal! Toda vez que esta conclusión puede parecer inusual, extrema, o quizás hasta inverosímil para algunos, yo les puedo asegurar que no es lo que usted podría imaginar de inmediato. Por lo tanto, prestemos atención a la explicación y consideremos si tal suposición es en efecto bíblicamente sustentable.

EL ÁRBOL PROHIBIDO


El hecho de que el árbol prohibido se relaciona con las tablas de la ley, ¿significa esto que de algún modo la ley es mala? ¡Evidentemente que no! Recordemos que todos los árboles del huerto en que había fruto y daban semilla fueron hechos por un Creador perfecto; todos eran buenos, y todos eran alimento excelso para consumo humano. Simplemente existía un decreto divino que prohibía comer de la fruta del árbol de la ciencia del bien y del mal. Lo que nos incumbe como creyentes inquisitivos es indagar el porqué Jehová prohibió a Adán y a Eva comer del fruto de este árbol en particular, y ni siquiera tocarlo; ¡tanto es así, que el quebrantar este mandamiento acarreaba severo castigo: la expulsión de la humanidad de la presencia del Eterno, fuera del huerto de Edén, privados de comer del árbol de la vida, y finalmente la muerte misma! ¡Considerando las consecuencias de la desobediencia de Adán y Eva, este asunto es de extrema importancia!

Primero que nada, vamos a establecer el hecho de que la Ley del Eterno Dios ha existido desde el principio. No se originó cuando Moisés y los hijos de Israel estuvieron en el monte Sinaí. A través del libro de Génesis podemos ver claramente que mucho antes de la era Mosaica, ya existía el pecado. Las Escrituras, ambos el Antiguo y Nuevo Testamento, afirman el hecho categórico de que “el pecado es infracción de la ley” (I Juan 3:4). El pecado fue introducido en el huerto del Edén mismo, por lo tanto, la Ley fue quebrantada. Sobre esto no debe existir duda o discusión alguna.

El día sábado fue santificado – esto es, fue hecho santo y apartado para un propósito espiritual – inmediatamente después que el hombre fue creado. La Biblia así lo confirma en las palabras del Mesías: “el sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado. Así que [de la misma manera] el Hijo del hombre es Señor aun del sábado” (Marcos 2:27-28, Versión Moderna, 1956). Guardar el sábado como un día santo de reposo y adoración fue una dádiva de Jehová Dios y una bendición para la humanidad desde el mismo principio, y se convirtió en el cuarto mandamiento de los diez grandes principios de la ley dada a Moisés y a Israel en el monte Sinaí.

De modo que los diez mandamientos estaban en vigor desde antes de Moisés. Esto es tan obvio en el relato de Génesis, que resulta básicamente innecesario demostrarlo. Sin embargo, sólo para que conste, ¿quién argumentaría que Adán y Eva pecaron en el huerto? ¿Y cuál ley fue quebrantada? Al comer del árbol prohibido ellos quebrantaron el primero de los Diez Mandamientos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí.” Caín quebrantó el mismo principio cuando trajo su sacrificio al altar, pues claramente Jehová le dijo: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, una ofrenda por el pecado está a la puerta [a tu disposición]…” Cuando Caín rechazó la ofrenda por el pecado y mató a su hermano Abel, él incurrió en el pecado de homicidio. Eventualmente, Jehová se vio forzado a condenar a toda la humanidad ¡por ésta seguir el camino de pecado de Caín! Solamente Noé halló gracia ante los ojos de Jehová. Y posteriormente, después del diluvio, Jehová bendice a Isaac con las mismas promesas que antes había hecho a su padre, Abraham: “Por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (ver Génesis 26:3-5).

Más adelante, en el mismo capítulo 26 de Génesis, leemos que Isaac le mintió a Abimelec, y por poco causa estragos en el pueblo de Gerar. Y tenemos el caso de José quien rehusó cometer adulterio con la esposa de Potifar, declarando: “¿cómo, pues, haría yo este grande mal, Y PECARÍA CONTRA DIOS?” (Génesis 39:9). Estos ejemplos y muchos otros, claramente establecen la existencia y validez de los Diez Mandamientos antes de los días de Moisés. Así, la declaración del apóstol Pablo de que “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12), ¡ha imperado a través del tiempo, y continúa siendo tan justa y aplicable hoy, como en todo momento antes! De hecho, una de las grandes señales que identifican al profetizado Anticristo de los últimos días, es que él será el hombre de pecado y cumplirá a cabalidad el misterio de iniquidad, que sin duda se trata del colmo del pecado de la humanidad a través de toda la historia, algo así como lo mencionado en Génesis 15:16 – “el colmo de la maldad del amorreo.” La palabra griega para iniquidad es anomia, y significa sin ley, sin Torah, en contra de los mandamientos del Eterno Dios.

Si en efecto la ley es visualizada como el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, definitivamente podemos establecer, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que la prohibición que se les indicó a Adán y a Eva no fue porque el fruto del árbol era en sí intrínsecamente maligno, o no apto para comer, pues podemos ver claramente que la ley fue y sigue siendo santa y buena. Y, a pesar de las suposiciones generales que se hacen con respecto a la forma en que Génesis 2 presenta este árbol en particular, el relato simplemente no puede y no debe ser interpretado como diciendo lo que en realidad no dice. No, la prohibición de Jehová Dios en contra de comer de este árbol significó algo más, y tiene que ver, no con la ley como un indicante del bien y del mal, ni con ser la estructura de la forma de vida de Jehová Dios, mas bien se refiere a un estado de actitud del corazón – de una mentalidad en particular – que probaría ser desastrosa para la humanidad, y lo cual Jehová deseó que el hombre evadiera desde el principio mismo, pero con lo que Él sabía muy bien cómo lidiar.

Ahora bien, primero, debemos establecer que el árbol de la ciencia del bien y del mal definitivamente está equiparado a la ley de Dios. Para ello necesitamos indagar precisamente por qué este árbol en particular fue prohibido por Dios a Adán y a Eva. Y finalmente, debemos investigar cómo el orden divino en medio del huerto, así como en el Lugar Santísimo en el tabernáculo y el templo, se prestan para germinar el verdadero plan de salvación de Jehová, el Eterno Creador.

Tocante al significado simbólico del árbol prohibido, ya tenemos suficiente información acerca del diseño del tabernáculo mismo para creer positivamente que las tablas de la ley colocadas en el Lugar Santísimo por Moisés y Aarón, tienen algún tipo de relación con el elemento restante en medio del huerto, es decir, con el árbol de la ciencia del bien y del mal. Esto es simple lógica, aun cuando se desee o se requiera evidencia adicional. Como hemos señalado, por el común proceso de eliminación nos queda un artículo de estos entornos sagrados sin explicar. Pero hay más.

Cuando se hace mención de este árbol, por su descripción como “el árbol del bien y del mal,” es muy fácil asociarlo con algo inherentemente maligno. Quizás esto se deba simplemente a que a Adán y a Eva no se les permitió comer de él, o porque la serpiente, la cual asociamos inmediatamente con iniquidad, estaba resuelta a engañar a Eva para que comiera de su fruto. Pero, realmente, la intención de Satanás no guardaba relación alguna con los elementos físicos de la fruta, mas bien era INDUCIR a los primeros seres humanos a desobedecer al Dios Todopoderoso, y con ello ESCOGER un camino de vida diametralmente opuesto a los deseos y plan del Eterno Creador para ellos. Satanás estaba bien consciente de lo que estaba en juego en la decisión que tomaran Adán y Eva una vez que se enfrentaran con la tentación de pecar. Él sabía que las consecuencias no se limitarían a los primeros seres humanos, sino que se extenderían a toda la humanidad.

El nombre descriptivo, “árbol del bien y DEL MAL”, no debe confundirnos simplemente por la manera en que lo percibimos. Si podemos superar el obstáculo mental de que el fruto de este árbol era intrínsecamente maligno, ello nos ayudará a llegar a una conclusión más positiva acerca de lo que realmente simboliza en el plan del Bendito Padre Celestial (Yahweh). Por otro lado, lo que era maligno en este caso fue la DECISIÓN de Adán y Eva de comer de esta fruta. De hecho, en Génesis 3, en el diálogo entre la serpiente y Eva, leemos que este árbol en particular tenía atributos excelentes:

“Entonces la serpiente dijo a la mujer... sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán ABIERTOS VUESTROS OJOS, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era BUENO PARA COMER, y que era agradable a los ojos, y árbol CODICIABLE para alcanzar la SABIDURÍA; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:4-6).

Aunque usualmente tomamos estas palabras como que quieren decir que el árbol prohibido era de alguna manera maligno, este no tiene que ser el caso, pues la realidad es que el fruto de este árbol reunía características muy especiales, todas buenas: era “bueno para comer”, era algo para ser “codiciado [deseado],” podía “abrirle los ojos a uno, es decir, proveerle habilidad para entender,” y podía hacer a uno “sabio.” Estas no son cosas inherentemente malas; pero es que con demasiada frecuencia asumimos las cosas simplemente basándonos en las circunstancias de la situación, o tal vez con lo que oímos a otros comentar. Definitivamente, cada una de estas características descritas son todas buenas, así lo indican las Escrituras:

“Y vio Dios TODO lo que había hecho, y he aquí que era BUENO EN GRAN MANERA ...y Jehová Dios hizo nacer de la tierra TODO ÁRBOL delicioso a la vista, y BUENO PARA COMER; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 1:31; 2:9).

Observe cuán extraordinario es que ambos, la serpiente y la mujer, concuerdan en perfecta armonía con cada uno de los atributos positivos del árbol de la ciencia del bien y del mal que el Dios Todopoderoso mismo ya había expresado. Este hecho debe disipar la noción errónea de que por una prohibición divina en contra de comer de este árbol, el fruto en sí tenía que ser maligno. Esto sencillamente no es correcto, y Génesis 3:22, acertadamente confirma este hecho, pues acerca de Adán y Eva, después que comieron del árbol prohibido, Jehová Dios mismo establece:

“He aquí el HOMBRE es como uno de NOSOTROS, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:22).

Consideremos ahora el nombre o características que identifican al árbol en sí. Se le llama, el árbol de la ciencia del bien y del mal. ¿De qué manera puede este nombre, un tanto complicado para un árbol, estar relacionado con la ley del Bendito Padre Celestial? Me imagino que la contestación es un tanto evidente, pues las Escrituras establecen esta relación en un sin número de ocasiones. Quizás dos de las más acertadas están contenidas en declaraciones hechas por el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos. Observemos bien la fraseología en estos pasajes, primero del capítulo 7:

“Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra. ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero YO NO CONOCÍ EL PECADO SINO POR LA LEY; porque tampoco conociera la codicia si la ley no dijera: No codiciarás” (Romanos 7:6-7).

El versículo 7 es uno de los más reveladores en toda la Biblia, puesto que establece, en una sola oración, el verdadero propósito que cumple la ley en el plan de Dios para toda la humanidad. Sin duda hay muchos otros pasajes que elaboran en este tema, pero si estamos buscando una prueba concisa a este efecto, Romanos 7:7, encaja perfectamente.

Pablo claramente entiende que de no ser por los mandamientos de Dios – la Ley –, ¡¡¡ÉL NO HUBIESE CONOCIDO EL BIEN Y EL MAL!!! Compare esta innegable verdad con el nombre del árbol prohibido en el huerto del Edén – ¡SE LLAMA EL ÁRBOL DE LA CIENCIA [conocimiento] DEL BIEN Y DEL MAL! Realmente esto no puede ser más explícito, sin embargo, no es la única ocasión en que Pablo habla sobre este asunto, pues además él dice, en Romanos 3:19-20:

“Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque POR MEDIO DE LA LEY ES EL CONOCIMIENTO DEL PECADO.”

¡Definitivamente, estos dos pasajes del libro de Romanos determinan que el tema del simbolismo del árbol prohibido es un caso cerrado que no requiere más discusión! ¡La finalidad del árbol de la ciencia [conocimiento] del bien y del mal es que se entienda que el mismo es un símbolo de la ley, el instrumento por el cual viene el conocimiento (de la verdad espiritual), y que de acuerdo al apóstol Pablo y a las Sagradas Escrituras, no puede adquirirse de ninguna otra fuente, manera o forma!

Preguntémonos, ¿adónde podríamos acudir para conocer el bien y el mal desde la perspectiva de Jehová Dios? Si no es a su ley, entonces algo está gravemente mal. La contestación, sin embargo, es evidente: ¡la ley ES el conocimiento del bien y del mal! Hay muchas personas que buscan en otra fuente y/o muy a su manera la guía para discernir el bien y el mal, y también para cómo vivir, pero al hacerlo desprecian la única fuente disponible a los seres humanos de lo que verdaderamente es lo bueno y lo malo.

Entendamos bien, Jehová Dios no le prohibió a Adán y a Eva el acceso a la forma correcta de vida. He aquí la clave que debemos mantener en nuestras mentes: el propósito del Eterno Creador para la humanidad fue y sigue siendo el mismo, y está compendiado en el siguiente pasaje de las Escrituras:

“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; ESCOGE, PUES, LA VIDA, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es VIDA PARA TI, y prolongación de tus días…” (Deuteronomio 30:19-20).

Sin elaborar extensamente en este pasaje en esta ocasión, recuerde simplemente el profundo mensaje que el mismo expresa. Esencialmente esto es la médula de lo que Jehová le presentó a Adán y a Eva en el huerto del Edén. Precisamente aquí queda esclarecida la diferencia entre el significado simbólico de los dos árboles. Jehová Dios está hablando de ¡VIDA! ¡Y no es mera coincidencia que uno de los dos árboles en medio del huerto está identificado como el ÁRBOL DE LA VIDA!

En realidad, los dos árboles representan dos caminos o dos enfoques de acceso al Eterno Dios, y finalmente a la salvación. El fruto producido por estos dos árboles era muy bueno, y apto para consumo, pero el OBEDECER a Jehová Dios, el Eterno Creador y Autoridad Suprema del universo, y ELEGIR el árbol correcto conduce a la vida, y vida en abundancia – ¡VIDA ETERNA! La desobediencia al mandato de Jehová de no comer del árbol prohibido conduce a la muerte, porque éste no fue creado para producir vida eterna. Este árbol cumple otro propósito, y uno muy bueno, en el plan del Eterno Dios. No obstante, en el proceder del hombre este propósito es mortal. Note cuidadosamente lo que dice el apóstol Pablo en Efesios 2:8-10:

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; NO POR OBRAS, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para BUENAS OBRAS, las cuales Dios preparó de antemano para que ANDUVIÉSEMOS EN ELLAS.”

Aunque citado frecuentemente, y muy conocido, este pasaje realmente describe los dos árboles y los dos caminos que desde el principio mismo le fueron presentados al hombre. Vida eterna es posible por la gracia de Dios, que opera a través de la fe en el Mesías. Esto equivale a ESCOGER el árbol de la vida. Esta es la esencia de la enseñanza de este árbol especial en el huerto del Edén.

Por otro lado, vida eterna, que es el plan excelso del Padre Celestial, absolutamente no puede ser alcanzada mediante las buenas obras que cualquiera pueda lograr en esta vida. Procurar la salvación tratando de cumplir con la ley, y realizando buenas obras es equivalente a escoger el árbol de la ciencia del bien y del mal. La esencia del asunto es que desde el principio, el propósito del Eterno Creador fue que los seres humanos se establecieran en el único fundamento sobre el cual la obra de salvación podía ser estructurada apropiadamente. Este propósito se observa en la prohibición de comer de este árbol especial que había en el huerto. Jehová quería definir claramente que la humanidad debía CONFIAR en ÉL, y únicamente en ÉL, por lo tanto, estableció la crítica disyuntiva de obedecer. Si Adán y Eva hubiesen prestado atención especial, hubiesen vivido la extraordinaria experiencia que es la bendición de ser llenos del poder del Espíritu Santo, y los frutos que éste hubiese producido en sus vidas. Como consecuencia, sus vidas hubiesen sido fundamentadas en la fe y no en obras, que es el fundamento sempiterno, siendo el Mesías la principal piedra angular (ver 1 Pedro 2:2-6; Isaías 28:16). Saber con absoluta certeza que esta es la voluntad del Eterno Dios desde el principio, es de valor incalculable para el entendimiento e interpretación correcta de los escritos del Nuevo Testamento, con respecto al tema de la ley y la gracia.

Ahora bien, ¿se deben excluir las buenas obras de consideración alguna? ¡Evidentemente que no! Efesios 2:10 establece claramente el papel preciso que las buenas obras juegan en todo el proceso. Si bien que no adquirimos vida eterna mediante obras, la vida que se nos concede en el Mesías (Romanos 5:17; Colosenses 2:13) es precisamente con el propósito de que andemos en obediencia a la ley – en vida nueva (Romanos 6:4) – y en consecuencia, realicemos buenas obras (Efesios 2:10; Tito 3:8).

Pero, ¿qué tal las otras virtudes del árbol prohibido? Se dice que era “bueno.” ¿Establece la palabra del Eterno que la ley es buena? Desde luego, y en muchas ocasiones. David, por ejemplo, declara:

“La LEY de Jehová es PERFECTA, que convierte el alma... Los mandamientos de Jehová son RECTOS, que alegran el corazón” (Salmos 19:7-8).

Y ciertamente, tenemos las confesiones del apóstol Pablo en el Nuevo Testamento, primero en Romanos 7:12, 16:

“De manera que la LEY a la verdad es santa, y el mandamiento justo y BUENO...Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la LEY ES BUENA”.

Y también en su primera carta a Timoteo:

“Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida... sabemos que LA LEY ES BUENA, si se usa legítimamente” (I Timoteo 1:5, 8).

Además de ser bueno, el árbol prohibido era considerado también una delicia, algo para ser “deseado.” ¿Podrían tales descripciones ser halladas con respecto a la ley? Definitivamente, abundan en las Escrituras. Salmos 119 no es solamente el capítulo más extenso en la Biblia, es además el pasaje más exhaustivo sobre las virtudes de la ley. El salmista declara:

“Me REGOCIJARÉ en tus ESTATUTOS; No me olvidaré de tus palabras... Pues tus TESTIMONIOS son mis DELICIAS, y mis consejeros... Y me REGOCIJARÉ en tus MANDAMIENTOS, los cuales he amado... Vengan a mí tus misericordias, para que viva, Porque tu LEY es mi DELICIA... Por heredad he tomado tus TESTIMONIOS para siempre, porque son el GOZO de mi corazón... He deseado tu salvación, oh Jehová, y tu LEY es mi DELICIA (Salmos 119:16, 24, 47, 77, 111, 174).

¿No es entonces correcto que el árbol de la ciencia del bien y del mal era una delicia, algo para ser “deseado” de verdad? Sin duda, esta apreciación prevista por parte del Eterno Dios, por Eva y aun por la serpiente misma, es totalmente acertada.

Ambos, Génesis 2:9 y 3:6, confirman la particularidad de que el fruto del árbol prohibido era además exquisito para comer, y del mismo modo, esto es ciertamente correcto con respecto a la ley. De nuevo leemos en los Salmos:

“¡Cuán DULCES son a mi paladar tus PALABRAS! Más que la MIEL a mi boca” (Salmos 119:103). Y Salmos 19:9-10: “…Los JUICIOS de Jehová son verdad, todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; y DULCES más que miel, y que la que destila del PANAL.”

El árbol de la ciencia del bien y del mal poseía aún otro atributo prodigioso. Era capaz de hacer a uno SABIO, de impartir SABIDURÍA. Lamentablemente uno de los problemas que tenemos con esta característica en particular es que hemos sido guiados a la creencia de que el fruto de este árbol es un tanto maligno, pero la Biblia ni siquiera implica tal cosa. De hecho, yo les planteo, que independientemente de la enseñanza o entendimiento pasado que hayan podido recibir sobre este árbol prohibido, la maldad envuelta radicaba, y RADICA, en la DECISIÓN tomada y/o que se tome, y no en la calidad o virtud de la fruta en sí. ¡Y esta decisión tiene que ver enteramente con la forma en que obtenemos la SALVACIÓN, pues en ello se manifiestan los conceptos de ACTITUD y CARÁCTER!

Con respecto al tema de la sabiduría, tenemos abundante testimonio demostrativo de que este es precisamente el propósito divino de la ley, tal como el Omnisapiente, Todopoderoso y Bendito Padre Celestial lo diseñó. Como claro ejemplo de esto, por favor advierta los siguientes pasajes de los Salmos:

“Me has hecho más SABIO que mis enemigos con tus MANDAMIENTOS, porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he ENTENDIDO, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he ENTENDIDO, porque he guardado tus MANDAMIENTOS (Salmos 119:98-100).

Aunque el Rey David transgredió la ley, fue sin embargo, uno de sus más grandes devotos y exponentes. Él escribe excelsamente al respecto:

“La LEY de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El TESTIMONIO de Jehová es fiel, que HACE SABIO al sencillo... EL PRECEPTO de Jehová es puro, que ALUMBRA LOS OJOS” (Salmos 19:7-8).

Moisés también habla elocuentemente con respecto al poder inherente de la ley de Jehová Dios para hacer a uno sabio. Él exhorta a los israelitas:

“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó... Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra SABIDURÍA y vuestra INTELIGENCIA ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos ESTATUTOS, y dirán: Ciertamente pueblo SABIO y ENTENDIDO, nación grande es esta... Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios JUSTOS como es toda esta LEY que yo pongo hoy delante de vosotros?” (Deuteronomio 4:5-6, 8).

Definitivamente, cada atributo sobre el árbol de la ciencia del bien y del mal es positivo, y cada uno está contenido dentro de LA LEY DEL BENDITO Y SUPREMO CREADOR. Al combinar esta evidencia con el hecho de que el huerto del Edén fue el primer lugar de verdadera adoración al Todopoderoso Dios en la tierra, que fue diseñado según el modelo divino de la morada celestial del Eterno Creador, y sirvió como el precursor del tabernáculo, y luego del templo, que hemos establecido claramente la relación del árbol de la vida con la vara de Aarón que reverdeció y floreció, y el sacrificio del Mesías, tenemos prueba sobrecogedora e incontrovertible para entender que el otro árbol en medio del huerto, del cual Jehová Dios prohibió a Adán y a Eva que comieran, no puede ser otra cosa que ¡las tablas de la ley colocadas junto con la vara de Aarón en el Lugar Santísimo! El próximo enigma a ser resuelto es descubrir porqué razón un perfecto y justo Dios le negaría a los primeros humanos el acceso a algo tan maravilloso y bueno como el árbol de la ciencia del bien y del mal.

¿POR QUÉ EL ÁRBOL FUE PROHIBIDO?


¿Detestaba Dios el árbol prohibido? ¡Indiscutiblemente que no, pues Jehová no puede detestar los árboles! Él puede, sin embargo, aborrecer la desobediencia, especialmente la desobediencia con conocimiento de causa. Igualmente Jehová Dios aborrece la decisión de una persona que elige un camino opuesto al que Él le ha determinado. Todo lo que el Padre creó fue bueno, y Él lo estimó, inclusive el árbol prohibido, tanto es así que lo ubicó en el lugar más sagrado del mundo – en medio del huerto, prototipo del Lugar Santísimo, el interior del santuario del tabernáculo y del templo, tan sagrado que solamente al sumo sacerdote le era permitido entrar, y tan solo una vez al año. ¿Tenía el Eterno planes futuros con el fruto de este árbol? ¡Sí, definitivamente que los tenía! ¿Se le permitiría al hombre en algún momento comer de este árbol? La posibilidad es que sí se le iba a permitir comer del mismo, pero sólo en armonía con el plan y propósito del Eterno Creador. Recuerden que el asunto fundamental con respecto al árbol prohibido descansa no sólo en la calidad de la fruta (la ley) misma, sino en el hecho de que Jehová le presentó al hombre la oportunidad de elegir entre dos alternativas, y simultáneamente le instruyó cuál elegir, y que el hombre tomó la decisión incorrecta, lo que ha continuado haciendo hasta el día de hoy. En esto es que radica todo lo concerniente a la prohibición del Eterno Dios en contra de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal.

Los dos árboles en medio del huerto representan dos caminos, dos accesos, dos métodos. Solamente uno de ellos conduce a la vida eterna, y ese, por supuesto, es el árbol que lleva este mismo nombre – el árbol de la vida. El otro, el árbol de la ciencia del bien y del mal, sólo aparenta conducir a la salvación, pero realmente simboliza esfuerzo humano, adquisición de conocimiento por medio del razonamiento humano, es decir, adquirir la salvación a la manera del hombre. El Eterno claramente instruye a Adán, y por extensión, vía enseñanza, a Eva, y a su simiente, lo siguiente:

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente MORIRÁS (Génesis 2:16-17).

¡En lugar de conducir a vida eterna, comer del árbol prohibido acarrea la muerte! Esto simplemente se refiere a la antigua verdad de que existe sólo un camino hacia la salvación, no muchos, y ese camino ES a través del Mesías como punto de enfoque principal, y ninguna otra cosa, ¡ni siquiera la ley!

Así como el árbol de la ciencia del bien y del mal produce la muerte, ¿podemos encontrar un efecto equivalente con respecto a la ley? Porque amamos y respetamos la ley de Dios, la contestación puede parecer negativa, sin embargo, esto es incorrecto, pues no estamos hablando sobre el asunto de la obediencia a la ley, y viviendo en armonía con la forma de vida del Eterno, algo que todos debemos anhelar y sostener, sino que se refiere a ELEGIR el camino que nos llevará hacia la plenitud espiritual del propósito de nuestra vida.

Tenemos en el libro de los Romanos, en un pasaje bastante breve pero conciso, completamente trazado, el acceso correcto a la verdadera vida, la vida en abundancia. Esta es una de las razones principales por la cual la carta a los Romanos ha sido colocada siempre primero entre los escritos Paulinos en el canon de las Escrituras del Nuevo Testamento. La Biblia, muy sabiamente está escrita y organizada de tal manera que lleva al lector de lo simple a lo complejo. Pablo, por lo tanto, comienza en el libro de Romanos con el esquema básico del plan del Eterno para el hombre, y concluye con su carta a los Hebreos, innegablemente el material más profundo y complicado que escribiera.

Con respecto a que la ley tiene el poder de acarrear muerte, al igual que el árbol prohibido, y de cómo necesitamos desesperadamente la forma de vida correcta y verdadera, leamos unos cuantos versículos en Romanos 7...

“Mas el pecado, tomando ocasión por el MANDAMIENTO, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el MANDAMIENTO, el pecado revivió y YO MORÍ... porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él ME MATÓ... porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago... ¡Miserable de mí! ¿Quién ME LIBRARÁ de este cuerpo de MUERTE? Gracias doy a Dios, por JESUCRISTO Señor nuestro” (Romanos 7:8-11,19, 24-25).

Analicemos este pasaje, porque es de profundidad crítica. Aquí el apóstol Pablo atribuye a la ley el poder de acarrear la muerte. Él hace esto al decir que los mandamientos, una vez él los entendió, crearon en su mente una clara conciencia de que el pecado que había en él, lo mató. En realidad, igualmente sucedió con Adán y Eva, pues tan pronto ellos comieron del árbol prohibido, inmediatamente reconocieron su pecado. Al establecer esto Pablo no está queriendo decir que la ley en sí es mala o maligna, pues él claramente señala en el mismo pasaje...

“De manera que la ley a la verdad es santa y el mandamiento santo justo y bueno...Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena” (Romanos 7:12, 16).

De la misma manera, el árbol de la ciencia del bien y del mal, como hemos señalado, no es inherentemente maligno, pero carece de la facultad de producir verdadera vida espiritual. Se necesita algo más, y no solamente que lo acompañe, sino que lo preceda, ¡y ese algo era y sigue siendo el árbol de la vida!

A continuación note que Pablo concluye que por causa de la ley el pecado ha sido manifiesto, y la muerte le ha sobrevenido, y reconoce que la ley no lo puede liberar de lo que él llama el “cuerpo de muerte.” Desde luego que la ley no puede hacer tal cosa, pues en efecto, esta misma ley le otorga al pecado su poder de muerte sobre el ser humano. Él escribe sobre este mismo asunto en su primera carta a los Corintios, diciendo:

“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y EL PODER DEL PECADO, LA LEY (I Corintios 15:54-56).

Muchos de nosotros no pensamos en términos Paulinos porque decir que “el poder del pecado, es la ley”, no parece correcto, sin embargo, así es como Pablo describe un concepto que él desea profundamente que todo creyente comprenda a cabalidad. Una vez que el hombre recibe conocimiento espiritual, el pecado es capaz de matarlo, acarreándole la sentencia de muerte.

Permítanme reiterar las palabras de Pablo, cuando dice:

“Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento [conocimiento espiritual de la ley], el pecado revivió y yo morí. Porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él (el mandamiento, la ley) me mató” (Romanos 7:8-9, 11).

Pablo necesita algún tipo de libertador, alguien o algo con la habilidad de lidiar con el pecado, el cual con el advenimiento de la ley, le ha producido la muerte. Él necesita quien lo resucite, un verdadero dador de vida. ¿Y a qué conclusión llega?

“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a DIOS, POR JESUCRISTO SEÑOR NUESTRO” (Romanos 7:24-25).

“Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (I Corintios 15: 56-57).

Aquí está precisamente lo que Pablo requiere y busca – el Mesías, la salvación del Eterno. Es en el Mesías, y en Él únicamente, que la salvación es posible. La ley es buena, pero de sí misma no tiene el poder de garantizar la vida eterna, y por lo tanto esta no es su función conforme al plan del Eterno Creador. Cualquiera que a sabiendas o deliberadamente demuestra por sus creencias, palabras, y/o acciones, que la ley en efecto tiene tal poder está engañado y decididamente, ¡no está caminando por la senda que lleva a la vida eterna! Ha elegido el árbol de la ciencia del bien y del mal, y está confiando en algo que simplemente no tiene el poder de salvación, por lo que Pablo nuevamente establece con suma claridad:

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu ... Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:1, 3).

Prestemos atención especial a lo que Pablo está tratando de transmitir. Independientemente de las virtudes de la ley, cuando es discernida y utilizada apropiadamente (sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente – ver I Timoteo 1:8) encontramos que hay algo que ésta inequívocamente no puede hacer, y eso que la ley no puede hacer, el Misericordioso, Omnisapiente y Bendito Padre Celestial lo ha logrado dándonos a Su Hijo como sacrificio final por el pecado. La ley, en efecto, juega una parte justa, pero no puede lograr lo que Pablo, y por extensión todos los creyentes, desesperadamente necesitamos. ¡Esto sólo puede lograrse escogiendo el árbol de la vida sobre el cual nuestro Salvador fue colgado y sobre el cual se sacrificó a sí mismo por los pecados del mundo!

Con la información que ahora tenemos a nuestra disposición, y con la esperanza de que la conservaremos indeleblemente grabada en nuestras mentes, vamos a considerar algunos de los pasajes del Nuevo Testamento que están directamente relacionados con lo que sabemos sobre los dos árboles.

Primeramente, permítanme hacer la siguiente pregunta – ¿Qué es lo que el Eterno Creador esencialmente se propone hacer con el hombre? Me imagino que hay una serie de respuestas diferentes o formas diferentes de frasear una contestación que pueda ser satisfactoria, por lo tanto no estoy diciendo que mi breve explicación es la mejor forma de expresarlo. La respuesta más simple que yo daría sería algo como, “El Eterno Creador está creando una familia para sí.” La mayoría de nosotros hemos escuchado el propósito de la vida expuesto de este modo, y ello es absolutamente correcto.

Posiblemente el pasaje más conocido y preferido de la Biblia es Juan 3:16, que dice:

“Porque de tal manera AMÓ Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda mas tenga VIDA ETERNA.

Es convenidamente casi demasiado familiar, casi demasiado fácil para dar por sentado lo que dice. Pienso que probablemente no existe ningún creyente en el mundo que estaría en desacuerdo con este pronunciamiento. Este es el deseo personal del Bendito y Todopoderoso Padre Creador. Él creó la humanidad y ama a la humanidad. En razón a ello nuestro Amoroso Padre hizo algo extremadamente crítico para hacer posible que su propósito establecido para la humanidad sea una realidad – ¡envió no su ley, sino a SU HIJO a este mundo! Quizás debemos leer con exclusividad unos cuantos versículos que establecen la secuencia completa del pasaje de Juan 3. Comenzando en el versículo 5, el Mesías explica:

“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es...Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el HIJO DEL HOMBRE SEA LEVANTADO, para que todo aquel que en ÉL CREE, no se pierda mas tenga VIDA ETERNA (Juan 3:5-6, 12-15).

Este diálogo con Nicodemo, un distinguido miembro del Sanedrín judío, y quien estaba inclinado a creer que Jesús era el verdadero Mesías, el Salvador que había de venir, destila la esencia no solamente del propósito que el Eterno Creador tiene en mente para la humanidad, sino que también de la única forma posible para lograr ese propósito.

Como Moisés levantó la serpiente,” ¿qué significan estas palabras? La referencia es a una ocasión muy antigua, en el tiempo cuando los israelitas se encontraban atravesando el inhóspito desierto. El relato se encuentra en Números 21...

“Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés... Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado... ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes... Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá” (Números 21:5-8).

Esta antigua historia no es desconocida para nosotros, pero, ¿cuán a menudo pensamos sobre ello en términos de cómo Cristo le habló a Nicodemo? Puede sonar extraño que el Mesías hablara de una serpiente voraz en referencia a él mismo, pero hay gran significado en ello.

Percibimos del pasaje anterior, que había envuelto un pecado grave, así como castigo severo – ¡la muerte misma! El pueblo de Israel estaba siendo mortalmente mordido por serpientes venenosas. Estaban pereciendo centenares y quizás millares. Ellos no podían prevenir lo que estaba ocurriendo. Todos sus esfuerzos humanos resultaron en fracaso total. Ellos no tenían ningún remedio para esta horrible serie de circunstancias. Observe cuidadosamente las palabras ennegrecidas “ellos” y “sus” en las oraciones anteriores. Este es el ASUNTO. Ellos no podían hacer nada de por sí y por ellos mismos, para salvarse. La salvación, por consiguiente, no estaba en sus manos, ni en sus esfuerzos, ni en sus obras. Fueron forzados a rendirse, a darse por vencidos, a confesar sus pecados, y a rogar por la misericordia y gracia del Bendito Dios, y a mirar a lo único que podía salvarlos de la muerte.

Una vez Moisés oró por ellos, Jehová respondió, pero lo hizo en su propia distintiva, e inesperada manera. En lugar de simplemente remover la penalidad destruyendo las serpientes, el Omnisapiente Creador escogió deliberadamente otro método, uno que estaba claramente encaminado a ser un prototipo o símbolo de algo de naturaleza muy espiritual.

Las instrucciones de Jehová Dios a Moisés de hacer una réplica de exactamente lo mismo que estaba afligiendo al pueblo, y clavarlo a un astil y levantarlo a la vista indiscutible de todos, era su forma de demostrar el desesperado grito de necesidad de toda la humanidad por la fuente de VIDA que sólo puede venir a través del ¡levantamiento del HIJO del hombre!

Enfrentados definitivamente a una muerte segura, los israelitas tenían que escoger el camino de salvación y vida prescrito por el Eterno, o simplemente morir. El camino del Eterno no es lo que el hombre hubiese escogido en aquel entonces, ni tampoco hoy día. No importa lo que la gente hubiese podido hacer para liberarse ellos mismos, no hubiese resultado. Su justificación personal, si en algún grado hubiesen tenido alguna, ¡no podía ayudarles! ¡Los sacerdotes y levitas no podían ayudarlos! ¡Sus encuentros en el pasado con el Eterno y sus memorias de los milagros vividos, no podían ayudarlos! ¡La matanza y ofrenda de animales como sacrificio no podían ayudarlos! ¡Orar para que algo ocurriera que pudiera cambiar las circunstancias no podía ayudarlos! ¡Hacer grandes promesas de ser buenos, fieles y obedientes no podía ayudarlos! ¡Aún la lectura y el recitar los diez mandamientos no podía ayudarlos!

El Eterno tenía una, y solamente una prescripción para su ineludible mal, y con toda probabilidad habría parecido la cosa más inusual para ellos. Hacer una serpiente de bronce, colocarla en un poste, levantarla en lo alto y decirle al pueblo que mirara a aquel extraño objeto, incuestionablemente pareció ridículo a los israelitas. ¿Quién ha escuchado de tal cosa? ¿Quién ha visto cosa semejante? Sin embargo, este fue el proceder del Bendito y Omnisapiente Dios.

UNA MIRADA FINAL A LOS DOS ÁRBOLES


¡Cuán evidente y simple ha de ser la lección! En términos de redención y salvación, de vida eterna, del cumplimiento del propósito para el cual la humanidad fue creada, hay sólo un camino – ¡EL ÁRBOL DE LA VIDA! Cualquier otra determinación terminará en fracaso total, no importa lo atractivo, bueno o apropiado que pueda parecer. Esta es precisamente la razón por la cual había un árbol de vida en medio del huerto del Edén, y el porqué la vara de Aarón que floreció fue cuidadosamente colocada dentro del Lugar Santísimo, y también porqué el menorah de siete brazos representando al árbol de almendro de la crucifixión fue primordial entre el tabernáculo y las vasijas del templo.

Piense en la enseñanza que encierra la disposición de las cosas en el huerto del Edén. Con frecuencia consideramos lo que allí pasó en términos del suceso de que el hombre pecó y que por lo tanto el Omnisapiente Creador tenía que establecer un camino para que la humanidad regresara a Él, pero la descripción del Edén debe decirnos que esto es una conclusión completamente errónea. Desde el principio mismo estaba el ÁRBOL DE LA VIDA. No es una alternativa de última hora. ¡No fue un plan B! Desde el comienzo, había sólo un camino y una sola forma de salvación para la humanidad, y esto es a través del ¡árbol de la vida, la vara de Aarón que floreció, el menorah de la crucifixión de Jesús el Mesías! Hasta tanto no se tome la decisión por el árbol de la vida, es imposible que se cumpla el propósito del Eterno en el ser humano. Adán y Eva pudieron haber comido hasta la saciedad del fruto de todos los demás árboles del huerto, pero el valor alimenticio que hubieran recibido únicamente los hubiera sostenido por el periodo temporero de su mera existencia humana. El árbol de la vida es el elemento esencial. Sin él, cualquier otro acceso no funcionará, no hay sustituto viable, ninguna otra cosa, fuere lo que fuere. Yo les manifiesto a ustedes, mis amigos, que definitivamente nada ha cambiado durante aproximadamente los 6000 años de historia humana.

El Eterno plantó exactamente dos árboles en esa parte muy especial y más sagrada del Edén. Escoger uno conlleva a vida eterna, el otro acarrea la muerte. Adán y Eva fueron tentados por la serpiente para que vieran el árbol prohibido en términos de todo lo que PODÍA HACER POR ELLOS, porque, después de todo, parecía bueno, sabía bueno, los haría más sabios –  características que sin duda los haría sentirse justos. Sin embargo, ellos rechazaron el hecho de que el Eterno les había dado tan solo un camino que conduce a la vida eterna, y escogieron otro camino en lugar de aquél que les podía guiar a eterna salvación. Y si nosotros hoy no somos cuidadosos, ¡podemos cometer el mismo grave error!

Después que Adán y Eva fueron expulsados del huerto, ellos muy probablemente continuaron viviendo en la tierra de Edén, y trayendo sus sacrificios al altar en la puerta, al oriente. Ellos vivieron sus vidas y murieron; es de esperarse que permanecieron fieles a su Creador. Sus descendientes, por supuesto, han escrito la historia del mundo y no ha sido una muy bonita, por no decir más.

Por aproximadamente cuatro mil largos años, el Eterno bregó con la raza humana que, no solamente nació de padres quienes escogieron el camino representativo del árbol prohibido, sino que además continuó por esa senda de generación en generación. Recuerden que el acceso al árbol de la vida fue prohibido por Jehová, el Eterno Creador. Con toda probabilidad los querubines y la espada ardiente continuaron custodiando la entrada oriental al Edén.

Y habiendo llegado el tiempo divinamente señalado, el Mesías vino a este mundo anunciando el mensaje que estaba contenido antiguamente en el simbolismo del árbol de la vida, en efecto, ofreciéndose a Sí mismo como sacrificio final, desplazando aquellos esfuerzos físicos del hombre como resultado de su negativa a aceptar la única forma de salvación. En este sentido el árbol de la crucifixión se ha convertido en el árbol de la vida para aquellos que creen en Jesucristo y reciben Su sangre para limpieza de pecado, y Su muerte como precio por su redención.

La presencia de nuestro Salvador establece la realidad de que somos traídos al verdadero fundamento, al altar auténtico sobre el cual debemos ofrecernos a nosotros mismos como sacrificios vivos al Todopoderoso. Una vez que tomemos la decisión y elijamos el camino correcto, todos los aspectos que el Eterno ha incorporado dentro del proceso, caen en su lugar. Invertir el orden de las cosas siempre conduce al error, y si no nos corregimos podemos caer en circunstancias dolorosas en las manos de nuestro Padre Celestial. Él intervendrá para que todos los humanos se salven, pero esa salvación es posible únicamente de acuerdo a Su plan, no en la concepción o a la manera de cualquiera otra persona, o SER, en el universo.

Basado en los hechos que hemos cubierto en este estudio, usted puede muy bien cuestionar cómo podemos nosotros los creyentes de hoy, cometer el mismo error que cometieron Adán y Eva. Esta pregunta la plantearemos porque estamos a menudo, muy seguros en nuestra propia opinión de nosotros mismos con respecto al Padre Celestial y Su Hijo. Por supuesto, no quiero indicar que alguien en particular pueda ser culpable de escoger el árbol prohibido, pero las Escrituras definitivamente indican que muchas personas sinceras harán esto mismo. El apóstol Pablo se enfrentó a este problema a través de todo su ministerio y esto explica muchos de sus escritos, gran parte de los cuales son malinterpretados. Provistos con esta información y entendimiento, debemos ser capaces de abordar cualquier pasaje de las Escrituras con respecto a la salvación, y casi inmediatamente veremos cómo encaja dentro del modelo establecido al principio en el huerto del Edén. En la segunda parte de este estudio haremos precisamente eso.

Los seres humanos tienen gran dificultad en entender y aceptar la manera de proceder de Jehová Dios. Hay, por supuesto, un grupo de personas que simplemente siguen su propio camino en total indiferencia al Todopoderoso Creador. De entre aquellos que profesan ser creyentes, hay un grupo dispuesto a recibir la vida eterna como un don del Bendito y Misericordioso Padre Celestial a través del Mesías Redentor, pero rechazan la obediencia a la ley divina. Mientras que por otro lado encontramos a algunos que son celosos con la ley, pero la ven como el camino que les gana la salvación, y por lo tanto el sacrificio de Jesucristo y los conceptos de la gracia y la fe pasan a segundo lugar para ellos. Los tres conceptos presentados aquí son erróneos. Para que se cumpla el propósito que el Eterno Creador tiene para cada uno de nosotros, debe haber perfecta armonía entre las verdades concernientes al tema de la ley y la gracia.

Desde el principio el plan de salvación del Omnisapiente y Misericordioso Creador ha permanecido intacto. El deseo de Jehová Dios para Adán y Eva era que ellos escogieran la vida. Es precisamente lo mismo para nosotros hoy, y al hacerlo, podremos andar correctamente en el camino trazado por el Bendito Padre Celestial, y convertirnos en hacedores de buenas obras que le honren y le glorifiquen. ÷÷÷÷÷÷÷÷

 

------------------------ C O N T I N U A R Á ------------------------

 


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